Una explicación: Traigo aquí, copiado directamente, un cuadernillo que se editó en esa fecha, con motivo de una lectura de poemas en una galería de arte de unos amigos, El buen gobierno. Creo que es el único intento público de poner por escrito mis impresiones acerca de la poesía, de la literatura. Me he tropezado con él y me he dicho, venga, al artefacto; más que nada porque el año ya va pesando y no tengo tanto yo que poner aquí. Espero sepan entenderlo. ( La afortunadísima expresión Lonchas de vida pertenece al dibujante francés Lauzier y a su serie de historias sobre la clase media francesa. Hoy, esa expresión, Traches de vie, hace referencia al cómic de trazos costumbristas)
Lonchas de vida cortadas y envueltas por el maltrecho, envejecido y cansado charcutero Enrique Ortiz en Granada, el 17 de febrero de 1995
I
"La resistencia se organiza en todas las mentes puras"
T.Tzara
Por error, omisión, falta de memoria del que escuchaba o transcribía, una cinta utilizada mil veces en una grabadora demasiado cascada -claro, fueron tantos los génesis- la biblia erró en su comienzo. No, al principio no era la Nada; todo lo contrario: al principio era Todo y ese Todo estaba ahí, horrible o hermoso, pero con esa línea plateada que dicen que tienen los comienzos, donde todo cabe, donde todo es posible, donde todo lleva, de forma inevitable, a esa mezcla de ingenuidad y nerviosismo de lo que va a terminar siendo superior a sí mismo, superior a nosotros mismos.
Me imagino que me refiero a esa manía que llaman Literatura, que intento trazar un símil para esa doble manía, enfermedad, tic, defecto o desahucio -de por vida, claro está- que llamo Poesía y que uno contrae como un accidente pequeño e íntimo, como cae un libro de una estantería, como se quema algo en el fuego azul de una hornilla, como se enreda una cinta en un casete, es decir, como suceden las cosas que para mí tienen algo de importancia: hermosas, sin explicación y, sobre todo, sin remedio conocido, inevitables.
Y sí, en el principio está todo ahí, delante de uno, dispuesto y envuelto para la sorpresa, para que se intente -al menos- esa mezcla prodigiosa de la que hablaba, ingenuidad y nerviosismo, que debe terminar entregando una obra (poema, relato, lienzo, catedral, pero también una cama hecha o deshecha, un albornoz, un tejado, unas ojeras...) superior a uno mismo. Más tarde, uno regresa -como dicen que regresa el asesino al lugar de la tragedia- y descubre que empiezan a faltar cosas de ese todo primero, y que los paquetes carecen ya de lazos, que se puede adivinar lo que contienen, y que la geometría organizada y antigua tampoco es ya tan hermosa. Pero hay que seguir eligiendo -avanti siempre- y uno continúa y coge del todo mermado lo que se le antoja para seguir entregando algo que vuelva a ser superior a uno mismo. Y así sucesivamente, hasta hoy, donde todo ese Todo parece un escaparate desvencijado de un Todo-a-cien. Pero hay que entrar, y si es necesario, hasta coger un carrito, y dar una vuelta y volver a escoger entre lo que va quedando para entregar otra obra superior a uno. Y eso, creo, es la creación, la literatura, la vida al fin y al cabo.
Y si uno consigue mantener, ante tanta ruina y desmantelamiento y liquidación y saldo (de todo a la nada) la misma mezcla exacta de ingenuidad y nerviosismo, pues no está mal, que sigan la imaginación y la emoción trazando su laberinto intrincado de causas y efectos para que emerja el poema -como un bostezo, como un disparo despiadado y certero, como el silencio de un pájaro, como la pétrea solemnidad de un milenio, como quiera, como sea necesario- desde la intuición primera hasta la racionalidad última.
Olvidaba que de tanto entrar y asistir a esa tienda o mundo donde estaba todo, uno termina conociendo -sólo aproximadamente- el mejor horario, el idioma prieto de los estantes, el día en que entran las nuevas mercaderías, lo que merece la pena y lo que, en fin, es un timo. Uno aprende a sonreir a la cajera, al vigilante jurado, a comentar en voz alta para que otro comprador -que ha entrado más que tú y desde siglos antes- al que llamas mi mayor, te diga "uf, eso ya lo compré yo y no vale un duro". Me refiero a lo que también me importa: a la dignidad del oficio -como cualquier otro- y a la dignidad del idioma. La herencia de la tradición, partir desde ahí hasta donde sea.
(Continuará...)
Hace un año: Lo que un poeta puede hacer con las manos atadas a la espalda y otro poemas de Jorge Riechman
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Lo he leído, me ha gustado y por si fuera poco he tenido que darte la razón al menos dos veces: ¡horror!
ResponderEliminarUn beso, Miriam G.
Recordar este texto, me ha hecho recordar muchas cosas. Entonces ya me gustó, ahora lo saboreo más, lo entiendo mejor, tanto por los años que tiene y tengo cumplidos, como por los recuerdos que me trae, que son estupendos, buen año aquel. Gracias de nuevo. Un beso. Cuti
ResponderEliminarLeyéndote, me ha venido al coco un texto que leí hace unos días. http://esceptico2007.blogspot.com/2007/06/la-bsqueda-del-poema.html
ResponderEliminarComo se puede ver, el nombre de la entrada es "La búsqueda del poema". También habla de esa creación, y del destino final de la criatura, o mejor dicho, de la posesión final de lo creado.
Bueno, que me gustó y te lo enlazo.
Desazonante, pero vivo, muy vivo, compa Enrique. Certera manera (y con qué bellos mimbres), desde tu visión, de lo que es el crear con estas herramientas tan frágiles (humo, poco más o menos) y tan consistentes a la vez (si se quiere y se les quiere...), que son las palabras. Para los que las amamos, todo un regalo. Gracias...
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Miriam, sobre todo por darme la razón :) que ya es algo, no?. De todas formas, sigo investigando lo del gazpacho (eso sí, todavía no le leído el enlace, pero lo hago ahora). Un beso.
ResponderEliminarGracias, Cuti; los años pueden aproximarnos o alejarnos de textos que hicimos nuestros. Creo que esa proximidad, en este caso, es porque son vaguedades sin importancia, no? Un beso, enana.
Gracias, Marsu, voy a leerlo con detenimiento pues es un tema de esos que uno llama predilectos. El destino final de un poema varía mucho, hay extraños, casi irreconocibles y otros que te caen mejor; también se discute si conviene ir corrigiéndolos con los años y si es mejor dejarlos así pues es una falta de honestidad tocar algo que ya no te pertenece. COmo ves, un mundo (apasionante). Gracias y un beso, Marsu.
Gracias, Manuel por detenerte en estas torpes palabras que tienen ya 12 años, mucho, tal vez demasiado para resucitarlas y traerlas aquí. Pero no está mal, es como mirar una foto antigua. Un abrazo, Manuel.
muy buenas reflexiones, y dichas con palabras ágiles y bien frescas todavia.
ResponderEliminarbesos.
Una refñexión muy digna. Espero el resto.
ResponderEliminarEste texto me ha ido respondiendo cantidad de preguntas que no era consciente de estar haciéndome. También me ha tocado eso que dices en el comentario... lo de si es legítimo o no tocar algo que ya no te pertenece. Es interesante, porque yo me he sentido como una traidora al "retocar" cosas que ya estaban terminadas, pero lo racionalizaba.
ResponderEliminarFood for thought.
No estoy de acuerdo, compa Enrique, en que tus palabras sean torpes -a mí me parecen juiciosas y bien trovadas-, aunque entiendo que a tí, vistas en la distancia de tanto tiempo (doce años, ahí es nada...), te lo puedan parecer. Supongo que a todos nos pasa más o menos igual con lo que escribimos y el "trabajo" que con ese material hace el tiempo (y hace no mucho le dábamos vueltas a esa cuestión, al hilo de una reseña de la compa Miriam en su blog, en la que "pinchaba" también un texto de hace bastante tiempo...): flaco favor, flaco favor. Y también muy interesante el apunte de Cayetana sobre retoques y traiciones; otro tema que daría para muy largo y muy tendido (y, si no, aunque sea en otro contexto, y con otras connotaciones, que se lo digan a Ridley Scott y su Blade Runner...).
ResponderEliminarPerdón por enrollarme más de la cuenta, pero es que la conversación incita tanto, que me cuesta resistirme (si me paso, me lo adviertes, compa, sin compromiso alguno...).
Un abrazo.
Contesto enseguida a estos magníficos comentarios porque no quiero hacerlo deprisa. Gracias, Thirthe, Jesús, Caye y Manuel :))
ResponderEliminarHe leído a Lauzier. Aunque sus dibujos no me convencen, tiene una capacidad de observación y una mala leche tremendas.
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