Cuando era chico (me gusta esta palabra, la forma en que se dice en Granada. Resulta curioso, además, que me haya ido conquistando a base de no oirla por aquí), cuando caía un almanaque en mis manos, aparte de la foto de detrás -circuló alguno con mujeres desnudas, por supuesto, como dios manda- la atención del niño se fijaba sólo en una cosa: en qué día de la semana caía tu cumpleaños; nada más. Recuerdo una especie de rivalidad difusa con tu compañero de pupitre en relación al día del cumpleaños de cada uno: si el tuyo, ese año, era en un sábado, y el de él, un martes, tenías los diez minutos siguientes ganados hasta que el compañero salía con la historia de que él podría traer caramelos al colegio y tú no, y entonces la conversación, como sucedía en aquella época, se tornaba numerológica y ascendente y uno terminaba diciendo "pues yo, el infinito". (Tendría que hablar aquí de los complicados cumpleaños de los niños de hoy -en pizzerías y hamburgueserías, en sitios de juegos y payasos- frente a aquella simple bolsa de caramelos cuyo mayor honor era repatirlos hasta que, claro, le dabas alguno de más a los que eran más coleguis, los otros protestaban y el profesor, entonces, tomaba el mando y los repartía él, usurpándote cumpleaños y honor, posibilidad de premiar a los más tuyos)
Un almanaque y tu cumpleaños como centro del mundo. No había mucho más. Ahí se detenía todo.
Ahora, claro, todo es más complicado (además de que no hay tías en pelotas en la parte de atrás de los almanaques). Lo primero que uno hace cuando cae entre sus manos el primer almanaque del año que vendrá, es comprobar cuándo caen las vacacaciones, los festivos, ver qué posibilidades de puente hay, cómo montarlos para estirarlos. Una operación de ingeniería temporal, un anticipo de futuro en forma de cuadros, días negros, días en negrita y días -benditos- en rojo. Unir, en unos minutos, todo el año a base de fiestas, de festivos, de posibilidades de fiesta, no deja de tener un toque de Dickens oscurísimo y, claro, no deja de ser triste para un adulto que viene de un niño al que lo único que le interesaba era el día de la semana en que caía su cumpleaños. Osease, niños y niñas, que solemos ir a peor.
Todo lo anterior tiene cierta importancia para mí. Llevo ya tiempo con un poema que no acaba de cuajar y que plantea una situación muy simple: alguien, parado con el coche en un semáforo, ve cómo una chica joven sale de una tienda de fotos con la orla de fin de carrera y la muestra, sonriente, a sus padres, que la esperan en la calle. El poema arranca ahí y le cuenta a la chica joven la vida de agendas, días rojos y negros, que le espera, cómo suena la lluvia en el parabrisas del coche cuando vuelves, tarde y cansado, a una casa de la que has salido hace más de doce horas, las luces de frenado de los coches en un atasco, el sol que luce, solo, en los parques, mientras en las oficinas pasan las horas de un tiempo, extraño y extrañado, que nunca es el tiempo de nadie. En fin, cosas de éstas, tan optimistas y felices a una pobre chica que está tan ilusionada. Pero los poemas son como un vecino fastidión, los poetas son eso, tan gráfico, que se llamaba, arruina-fiestas o algo así: ahhh, sí, aguafiestas, qué palabra.
Ni que decir tiene que todo lo anterior no es sino una visión, muy parcial, pesimista y gris, de los almanaques. Intentaré remontarla en la tercera parte. Espero sepan disculpar :)) y no se preocupen: el jueves es fiesta, un día rojo.
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Es curioso lo de los cumpleaños, en mis tiempos lo que se celebraban eran los Santos. A mí me gustaba que tuviera colegio para que me felicitaran profesaras y compañeras y me tenían ese día un trato especial.Ahora los peques de tres años llevan tarjetas invitando a sus amigos y diciéndoles el sitio donde lo van a celebrar. Estoy de acuerdo con lo de los almanaques, cuando se está trabajando, mirábamos, fiestas,puentes, acueductos, fechas del Rocio, Corpus, etc, marcando en rojo los posibles festivos que nos podíamos hacer, pero eso de contarlos y ver como te hacías mas, era de una emoción tremenda. Un beso, Mam
ResponderEliminar¡Ay Enrique lo primero que miro en los calendarios es en que día cae mi cumpleaños! ¿Eso es que no he evolucionado? ¡Este año cae en viernes yupi! Siempre he tenido debilidad por ese día de la semana, lo tiene todo, es perfecto. Bueno desde que Candela tiene natación los sabados muy temprano no lo es tanto je, je, je…
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo contigo en el tema cumpleaños, donde va a parar. Y mañana tengo uno, en un chiquipark y encima a penas conozco a los padres ¡horror!
Y a mí que me encanta la vida adulta, esta resultando ser la etapa más llevadera con diferencia. Reconozco que haber abandonado Madrid, no por Madrid, si no por el horario de locos, ha ayudado. Hace poco una buena amiga me dijo ¿Qué hace una tía como tú siendo funcionaria de provincias? Como era un piropo y tal no le dije nada, pero le di vueltas y vueltas al asunto hasta que concluí que lo que hacía era vivir de puta madre.
Menudo ladrillo te he soltado. Sí a mí también me ha conquistado el chico, adoro decir mi niña chica… que lo seguirá siendo siempre.
Un beso, Miriam G.
Gracias, Mam. Los santos tienen algo muy diferente a los cumpleaños, donde se sigue celebrando. Es como más de la estirpe, como si uno se aferrara a algo ancestral que no quiere que muera. Sí, es eso. La celebración del nombre es, además, como esa comunión que surge cuando alguien dice “tocayo”, es decir, algo más colectivo porque de hecho lo celebras con todos los que se llaman como tú. El cumpleaños es más exclusivo; que el happy birthday se cante en inglés nos da una pista de dónde viene esa individualidad, esa exclusividad: de lo anglosajón. Un beso, Mam.
ResponderEliminarQué mami estás hecha, Miriam. Llevaba un rato buscando esa palabra que has encontrado tú en dos minutos: chiquipark, cómo me gusta. Conste que a mí cuando pequeño me hubiera gustado celebrar esos cumpleaños de ahora, por supuesto que sí. Los nuestros eran más de la época. En cuanto a lo que dices de Madrid, no creo que sea así. Sé de buena tinta que vivir en Granada, hoy por hoy, es casi peor que vivir en Madrid. Esa búsqueda de los puentes, los festivos, etc. como tabla de salvación, no es tema de provincias, ni de capitales, sino del mundo adulto enfrente del mundo del niño, que busca lo suyo. El adulto sabe ya que lo suyo, uffff. Eso sí, yo también miro a ver cuándo cae mi cumple y, como a ti, me gusta el viernes o el sábado, comer algo especial, sentirme especial. Un beso, Miriam; gracias por tu generoso comentario ))
Completamente de acuerdo con lo de las provincias y las capitales, sólo tengo que mirar los horarios de mi marido, abogado con despacho profesional propio, llega tardísimo, agotado y muchos días se trae trabajo a casa. El truco está en lo de funcionaria. En verano de 9 a 2, el resto del año de 8 a 3, 10 días de asuntos propios al año, 22 días hábiles de vacaciones, la inauguración del curso, Santo Tomás, el patrón, ¡qué se yo! Las navidades, la semana santa, todo. El primer año me dejé sin gastar días de asuntos porque me daba vergüenza pedírmelos Enrique. Aún así mis compañeros de promoción cuando les conté mi decisión me miraron raro: ¿qué va ser de tu carrera profesional? Soy ingeniera del ICAI y las oposiciones que aprobé eran del grupo B, les pareció que perdía estatus. Pero es que yo no quería participar en ninguna carrera je, je, je… Creo que mi opción no es válida para todo el mundo, que hay gente que necesita otras cosas. Pero para mí si lo es, de eso se trata de encontrar lo que mejor nos vaya.
ResponderEliminarUn beso, Miriam G.
Aunque estoy más cerca de tu churri (jeje, muy cerca), lo que no puedo dejar de hacer es envidiarte, claro, y aplaudir tu opción, Miriam. Creo que es importante salvar la vida frente a trabajos extenuantes, de horarios irracionales, etc. En eso en Madrid hay una ligera ventaja: a pesar de los desplazamientos, poco a poco se va terminando antes de trabajar (salvo excepciones, claro), mientras que en Granada (me imagino que igual en Málaga) los horarios se estiran más de la cuenta. En el caso de los que tenéis hijos, es imprescindible que al menos uno quede al margen de la locura laboral, como es tu caso. Un beso, Miriam, y gracias por tu segundo generoso comment )
ResponderEliminarYo también digo "niño chico", será adpotado por tanto veraneo en la costa granadina.
ResponderEliminarY me encanta mirar las fiestas, pero más que nada porque esos días no madrugo....jejejeje, y es algo que odio, adoro trasnochar, pero soy topo vocacional por las mañanas (y no puedo, qué rabia).
A mí me ha pasado como a Miriam; también elegí mi vida frente a mi carrera profesional (título, MBA, idiomas varios, ejecutiva agresiva con maletín, portátil y billete de avión...). Ahora, como la pelirroja, vivo dpm. No añoro casi nada de mi vida anterior, si acaso el contacto y compadreo con los colegas, que ahora no tengo al trabajar desde casa. Para compensar, desayuno, como y ceno con mi marido y mis hijas, todos los días. Vaya, que si mi vida sigue siempre así...¿dónde firmo, oiga?
No, ya vereis vosotras cómo esto termina llamándose el rincón del vago bis o tris. No, en serio, me alegra mucho saber que vienen por aquí gentes sanas y más en tu caso, Marsu, cuando es difícil darle la vuelta a lo que uno piensa que es ya para siempre. Un beso a las dos. Eso sí, agresivas seguís siendo...
ResponderEliminarIncluso en mis primeras agendas del cole, lo primero que añadía era la palabra MI CUMPLEAñOS en el espacio de mi dia. omo si se me fuera a olvidar!
ResponderEliminarYo también sigo mirando el día en que cae mi cumpleaños, bueno el mío y otros importantes en mi vida; en el 2008 el mío en miércoles, puaff, día impersonal donde los haya.
ResponderEliminarYo siempre ando quejándome de mi elección en la vida laboral, ahora se me ocurren mil cosas que podría haber hecho, echo de menos mi vida, aunque intento poco a poco encajar todo en su sitio, y no deba/pueda quejarme, pero cuesta..Miriam y Marsu, os envidio, así sin más, pero sobre todo por la valentía que habeis tenido al hacer la elección, yo soy muy cobarde en eso, aunque me conforme pensando que me gusta lo que hago, en fin, quizá algún día tenga valor para cambiar. Un beso. Cuti