martes, octubre 10, 2006
Ninguna necesidad, de Julián Rodríguez
Julián Rodríguez (Ceclaví, Cáceres.1968), en mi opinión, se está convirtiendo (poco a poco, sin hacer ruido) en uno de los narradores imprescindibles de esa generación de los que estamos a punto de que nos caigan los 40 (que no es poco).
Es más, creo que, junto a Kiko Amat (Sant Boi.1971) y su "El día que me vaya no se lo diré a nadie" (Anagrama.2003) (ojo, no perderse sus artículos para La Vanguardia en su blog, ni sus sesiones de DJ), nos ofrece un planteamiento radicalmente original y moderno de lo que puede y debe ser una novela, admitiendo, con Cortázar, que una novela puede ser todo.
Descubrí a Julián Rodríguez allá por el 2000, cuando publicó Mujeres, Manzanas (Editora Regional de Extremadura.2000). Por el relato Virtud, muy a la manera del mejor John Berger y, sobre todo, por mostrarse a lo largo de todo el libro como un verdadero enfermo de literatura, supe que el libro tendría continuidad y que me encontraba con un verdadero autor, con un auténtico escritor.
La novela Lo improbable (Debate.2001) me lo confirmó sólo un año más tarde.
Ahora, en Ninguna necesidad (Mondadori.2006), Julián Rodríguez va ahondando en su visión de la narrativa, perfecciona sus líneas maestras y profundiza no sólo en sus vivencias, sino en las de una serie de personajes muy próximos a mí, por años, por vivencias, por afinidad.
Como Julián Rodríguez tiene un blog donde va recogiendo las críticas a la novela, Ninguna Necesidad, y Miguel Angel Muñoz ha escrito una reseña muy sabia sobre el libro, me abstengo de hacer lo propio y remito a ese conjunto crítico.
Por mi parte indicar que os vais a encontrar con una novela muy breve, que se desarrolla en una semana, de lunes a domingo, donde lo fundamental es el fragmento, su estructura fragmentaria (que me apasiona), y el tratamiento de la elipsis.
Julián Rodríguez no piensa que somos tontos los que leemos y no nos entrega esa novela mascadita, llena de explicaciones y de biografías documentadas, de esos insufribles se-levantó, encendió-la-luz, etc. Un personaje, El Muerto, está a punto de morir en un hospital. Un amigo, en una fuga/viaje por Portugal, recuerda episodios de la vida junto a él. ¿Hay un argumento más sencillo y más maravilloso?. Os dejo un trocito:
"El Muerto había engordado desde que cumplió veinte años (adelgazaba y engordaba. Hasta que cumplió treinta. Luego ya no dejó de engordar). Pero era un buen nadador, y tenía fondo (así lo decía él mismo) para caminar muchos kilómetros.
En verano se subía a uno de aquellos autobuses que hacían rutas por toda Europa. Le gustaba sentirse viajero.
Era solitario, pero había hecho algunos amigos en sus viajes. Siempre llevaba su cámara de fotos (la primera vendimia: 230.000 pesetas, más comida y alojamiento. Al año siguiente ganó el doble). Eso le hacía sentirse útil aun de vacaciones.
(...)
El Muerto era el último de una familia de hombres hoscos y trabajadores (tenían un raro sentido del humor. Parecían puros, no lo eran del todo. Eran buenos, podría decirse. También injustos). No eran religiosos, no se metían en los asuntos de los demás. Les gustaba su trabajo, aunque fuera duro. Eran agricultores. No se daban importancia. Quizá porque no la tenían.
Era hosco."
Etiquetas (Technorati tags) julian rodriguez, ninguna necesidad
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ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo,superpam. Mucha fuerza y el cantante canalla tiene un carisma que ni te cuento; vamos, un grupazo. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarsolo gracias a usted y a florayfauna que estoy en contacto con el panorama literario español. llamar a un personaje "el muerto" me parece ya una genialidad de por si.
ResponderEliminargracias, pussy, seguiremos, pues, manteniéndola al día, siempre que podamos, eso sí, do ut des, a cambio de genialidades musicales como la de ayer. Un saludo, Sra.
ResponderEliminarpues tengo varios esperando para ir poniendo; y llevaba mucho tiempo sin poner libros, que conste. Un beso
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