jueves, febrero 01, 2007
Dos poemas de José María Alvarez
Príncipe de las tinieblas
Maldición ! Estamos rodeados!
- de algún libro-
El limpio cielo
del sur El calor de una copa
mientras escucho a Mozart
las telas de Velázquez o Rousseau
Estas playas en calma que contemplo
y aquellas que en Homero
o con Virgilio he divisado tantas veces
Quienes me amaron y yo amé
La lealtad que mi alma
guarda a determinados
paisajes rostros libros
La luz en la cabecera de mi cama
y en ella Stevenson Montaigne
Cervantes Tácito Stendhal
Shakespeare o Borges
Mi cuerpo y mi destino
que acepto
Eso es todo
Sobre la fugacidad del tiempo
La locura de investigar lo que ocurre más allá de los cielos,
al hombre de la edad de oro ni siquiera se le pasaba por la mente.
- Erasmo-
- ¡Oh! -exclamé fatigado-. Sólo quiero reposo, silencio y un buen cigarro.
- Eçca de Queiroz-
Cuando en la limpia noche llenes
tu copa, oh no te abandones
a la melancolía del recuerdo.
Ni pretendas -es inútil- retener el tiempo ido.
Entrega tu memoria a la boca de la ramera,
bebe con alegría y nada esperes,
pues la vida no es más que el tiempo de esa copa.
José María Alvarez (Cartagena, Murcia. 1942) ha publicado varios libros de poemas (además de novelas, traducciones, artículos) que se han ido incorporando a su proyecto global Museo de Cera, que se puede encontrar en Visor.
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Cuando se habla sobre la fugacidad del tiempo, al final no hay tanta diferencia entre ser absolutamente moderno o absolutamente clásico, se acaba llegando al carpe diem de igual forma. Estupenda la figura de "la boca de la ramera"; el príncipe de las tinieblas, aburguesado estoicamente a la luz de su flexo, necesita urgentemente una (ramera) para recuperar el romanticismo de su título. Un beso. M.
ResponderEliminarBeber con alegría, completamente de acuerdo, pero ¿no esperar nada? ¡Coño que no me he muerto! Claro que espero.
ResponderEliminarUn beso, Miriam G.
M, cómo me gusta tu comentario; de todas formas, en este caso ramera es una forma de vínculo con la poesía árabe, la de Omar Kkayyam y, sí, ese carpe diem tan clásico. Vino, mujeres, consciencia de la fugacidad. Un beso fuerte.
ResponderEliminarMiriam, el poema es un instante, muchas veces de reflexión y de ahí su (falso) tono de desesperanza. No esperar nada, ser conscientes de que todo se va, termina, expresar eso en el momento de esplendor. Es precioso si lo piensas un segundo. Un beso fuerte.
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ResponderEliminarMe ha gustado mucho la poesía sobre la fugacidad de la vida. Pero desgraciadamente no somos conscientes de que todo se va. Mam
Así lo he entendido Enrique, y sí es precioso. Pero no me manejo con eso de desaparecer...
ResponderEliminarUn beso, Miriam G.
Mam, desgraciadamente siempre hay algo que nos lo recuerda: un poema, un recuerdo, algo. Un beso.
ResponderEliminarMiriam, te entiendo, pero, vamos, d.m., no te preocupes, guapetona. Un beso.
Me sigue sorprendiendo la capacidad de expresar tanto en tan poco. Las dos citas que preceden a la fugacidad son también estupendas. Un beso. Cuti
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