Hace dos o tres días, en la cola de la ventanilla de un banco, me quedé mirando a una recién nacida, que tenía los ojos muy abiertos. La llevaba, en su canasto, la que supuse la abuela, pues delante de ellas estaba la madre, ya con las tareas de la caja. La abuela, en cuanto se dio cuenta de que estaba mirando a la pequeña, comenzó a hablarme, a contarme que tenía 25 días, que había pesado casi 4 kilos, que tenía las manos enormes y las piernas muy largas, que estaba espabiladísima, que dormía fenomenal. Entre las frases, la madre de la niña se daba la vuelta desde la ventanilla y añadía o puntualizaba algo: los pies también muy grandes, iban a hacerle los orificios para los pendientes en la farmacia de al lado del banco porque ya no lo hacen en los hospitales, comía muy bien, con mucha hambre...
Ni que decir tiene que salí encantado del banco por el encuentro. En el coche, ya de regreso, me di cuenta de que yo no había preguntado nada, que simplemente había sonreido al mirar a la pequeña. La iniciativa fue de la abuela, secundada por la madre y con pequeñas intervenciones, en un ir y venir continuo, de la directora de la sucursal.
Seguramente ellas no lo sabían, pero estábamos asistiendo a un nacimiento de una forma de literatura, o a un ejemplo de cómo nace, al brote de la narración en un estado puro y me explico.
Todo lo que abuela y madre me comentaban, ya lo sabían ellas. Eran reflexiones que ya habían hecho, cosas que se habrían dicho mil veces en la familia, que habrían relatado a los amigos. Además de la externalización de un motivo de alegría para ellas, también de orgullo, estaban creando un lazo invisible que se nutría de literatura. Esa necesidad de contar, el hecho de contar estaba dando realidad a la hija y nieta. Si un desconocido escuchaba sus reflexiones, sus pensamientos, sus sentimientos, se hacía más realidad -si vale esta expresión- la realidad de la pequeña. Sólo lo que es expresado y comunicado es literatura, narración, historia, relato. Sólo a través de la literatura llega a existir lo que también existe, pero de otro modo.
Cuando se lo comenté a María, me contó algo de Nabokov que me tiene entusiasmado desde entonces. Decía éste que la literatura nació justo en el momento en el que ese pastor que siempre iba gritanto que viene el lobo, que viene el lobo, volvió a gritar que viene el lobo y era mentira. Ahí radica ese nacimiento de la literatura, no ya por la ficción (Nabokov se refería a esto), sino porque hay una transformación de la realidad, un enriquecimiento (no es la palabra), es decir, la construcción de otra realidad, la literaria, que es más realidad que la realidad misma.
Y no mucho más, mis queridos niños y niñas. Ayer, además de no tener demasiado entre manos, me quedé dormido. Pesa el año y pesa julio, con su carga y su calor. Me queda una semana para las vacaciones, y me encamino hacia la ligereza. Voy a intentar hacer una recopilación de canciones para dejarla aquí. Hoy es fiesta en estos andurriales y el tiempo irá desde el no mucho calor de hoy hasta el mayor calor del domingo. Poco más. Mandarles un fuerte abrazo y agradecerles su tiempo. Gritaré lo de avanti.
Hace un año y un día: Vaya semanita: Megane euskadi + tangas
Hace un año: Hay días, de Eugènio de Andrade
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Enrique, Nabokov es siempre buen nombre para cerrar una semana. Que tengas buenas vacaciones dentro de 7 días, yo comienzo mañana. Abrazos, Am ;)
ResponderEliminarQue bonita la historia de la recién nacida (y que grande ella, joe..) y lo que te hizo pensar, a donde te llevó. Buen fin de semana. Mucho tiempo sin vernos y cuando empieces las vacaciones, mucho tiempo sin tener contacto contigo a través del blog, pero ya le pondremos remedio, no? un beso. Cuti
ResponderEliminarCuando imagino un cuento, por ejemplo, necesito contárselo a alguien en voz alta, para que tome coionsistencia, para que sea real y no una nebulosa aue ocupa mi mente. Avanti, por aquí también.
ResponderEliminarMe voy de vacaciones ¡Feliz verano!
ResponderEliminarUn beso, Miriam G.
Estoy segura de que la abuela del banco te vió cara de tío en ciernes, y por eso te contó su vida.
ResponderEliminarFeliz finde.
Curioso origen de la literatura.
ResponderEliminarMuchas veces los niños se me quedan mirando, como si quisieran hablarme, pero no les oigo. ¿He dejado de ser mayor o me estoy quedando sordo?
Tu disquisición literaria, compa Enrique, me parece muy buena como construcción teórica, pero no tengo muy claro si, en el fondo, esas cosas funcionan así, o todo es mucho más simple y elemental. Te lo digo porque, en mi caso, cuando nació mi peque, también era de los que pegaba hebra cantando sus excelencias con todo bicho viviente con el que me cruzara y que, de alguna manera (mirada, sonrisa, palabra suelta, etc.), insinuara su interés por él. O sea, eso que, en términos bien poco literarios, se llama, de toda la vida, caérsete la baba...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, y felices (inminentes) vacaciones
Me ha encantado la reflexion sobre como la narracion puede hacer mas real lo real.
ResponderEliminarCaro Enrique, comparto el concepto amplio de literatura que implica tu anécdota (muy verosímil). No nos vamos a poner pesados con lo que marca luego la frontera entre lo que finalmente llamamos "literatura", pero sí, ahí hay un chispazo y tu mirada exprime lo que tiene de literario (esse est percipi).
ResponderEliminarAl hilo, o no, de tu historia te regalo esta cita, de Vila-Matas, manipulando a su vez otra cita de Margarite Duras: "Escribimos para saber qué escribiríamos si escribiésemos"...
Como sospecho que no te voy a ver antes de la gran escapada te voy mandando un abrazo veraniego.
William's daddy