Hay una idea, un momento, que me apasiona (y obsesiona) y del que tengo notas para una serie de poemas: la de los padres antes de nuestro nacimiento, la de los padres antes de los padres.
Pensar, imaginar, en ese tiempo en el que no estábamos, pero en el que, tal vez, éramos un proyecto, una sombra, un atisbo, o mejor: cuando no éramos ni siquiera eso. Imaginarlos sin nosotros en un itinerario extraño y mágico que, precisamente, iba encaminado a nosotros.
Un tiempo en el que no estábamos y que, sin embargo, hemos vivido, de otra manera.
Leyendo el último (y genialísimo) libro de Alice Munro, La vista desde Castle Rock, una ráfaga en el relato Trabajar para ganarse la vida habla de eso. Leyendo el fragmento que les pongo me he acordado de un poema que adoro de Luis Muñoz, Años sesenta, de su libro Manzanas Amarillas.
Los dos, sin hablar de lo mismo, se dirigen a ese tiempo anterior a nosotros, en el que seguramente estábamos sin estar. Ambos están tocados de idéntica fuerza, de una sensibilidad arrebatadora en las líneas sencillas en las que enmarcan una emoción que, a mí al menos, me puede y sobrecoge.
(Por aquí me he ocupado de ambos: Luis Muñoz: enlace; Alice Munro: enlace)
Aquí los dejo.
Años sesenta
I
La sombra plateada de unos pinos
bordeando el mantel entre el almuerzo
un sábado de mayo.
Todos sonríen a la cámara
como si contuvieran
un pequeño sol entre los dientes,
la pulpa de algún convencimiento:
será el futuro, su retórica
de animal palpitante,
el brillo alrededor de su espejismo.
La cámara se mueve
alrededor de las parejas
con los pasos de un duende
benéfico. Brindan por ella,
por su ojo sumergido en el tiempo
como quizá brindaran por nosotros
si nos supiesen detrás ahuyentando su olvido.
Mis padres están cerca de la mesa,
bañados por la luz de un mismo sueño.
Ella adelanta su vaso, sonríe al objetivo,
él le toma los hombros y con la realidad
respira un argumento amable.
II
Una rara nostalgia, de condición difusa,
llamea como signo de ese tiempo
que sólo hemos vivido en la memoria de otros,
un tono y la visión de certidumbres,
y unos ojos con fuste, un candor desenvuelto.
Luis Muñoz. Manzanas Amarillas
"Cuando pienso en mis padres en la época anterior a convetirse en mis padres, después de haber tomado la decisión pero antes de que su vida la volviera -en aquellos tiempos- irrevocable, los veo no sólo conmovedores e indefensos, maravillosamente engañados, sino más atractivos que en ninguna época posterior. Es como si entonces nada se hubiese frustado y la vida aún floreciera llena de posibilidades, como si ellos disfrutaran de toda clase de poder antes de inclinarse el uno hacia el otro. Naturalmente, eso o puede ser cierto; debían de estar ya impacientes, mi madre seguro que estaba impaciente, con casi treinta años y soltera. Debían de conocer ya el fracaso, puede que acudiera el uno al otro con reservas más que con el optimismo exuberante que yo imagino. Pero lo imagino, como seguramente nos complace hacer a todos, para no pensar que nacimos de un afecto siempre cicatero, o de una promesa sin gran convicción. Creo que cuando llegaron y eligieron el lugar donde vivirían el resto de sus vidas, en el río Maitland al oeste de Wingham, en el municipio de Turnberry, en el condado de Huron, viajaban en un coche que rodaba bien por carreteras secas en un día claro de primavera, y que ellos eran amables y apuestos y sanos y confiaban en su suerte."
Alice Munro. Trabajar para ganarse la vida. La vista desde Castle Rock
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Me ha encantado la parte de relato de Alice Munro, así que otro libro más a la espera. El poema lo conocía, tengo el libro, aunque ahora no sé ni donde...un beso. Cuti
ResponderEliminarCompa Enrique, qué hermosos los textos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Es una bonita forma de imaginar el pasado... y sí, es un periodo fascinante en que eres y no eres a la vez.
ResponderEliminarUn supersaludo
Preciosos los dos, tristes los dos. El de Alice Munro me encanta y me desazona: confiaban en su suerte, eran amables y apuestos... La época feliz de los noviazgos parece irreversible, casi un espejismo con el paso del tiempo y el peso de la paternidad. Pascal Quignard dice, en Vida secreta, citando a otra escritora, que entre dos amantes sólo tiene cabida un perro. Pero ¿cómo contrastarlo sin riesgo?
ResponderEliminarUn beso, M.
Muy bonitos los dos. Me veo retradada en el de Alice Munro. Con tantos pocos años y todo se basaba en hacer proyectos, girando nuestras vidas en los hijos que no conocíamos. Un beso. Mam.
ResponderEliminar"...como signo de ese tiempo
ResponderEliminarque sólo hemos vivido en la memoria de otros"
Guau.
Mi padre, cuando habla de sus hijos, siempre dice refiriéndose a mí, que soy la mayor, que yo sí fuí buscada, pero que el resto vinieron sin avisar :) Es como si a ciencia cierta, yo fuera la única que existió antes de existir, porque vivió previamente en sus deseos (mis hermanos, que se fastidien).
Es casi fantasmagórico eso de imaginar como te imaginaban, rebobinar hasta un pasado en el que tan sólo existías en la mente de otros. Y en la que probablemente no hubiera apenas semejanzas con lo que eres.
ResponderEliminarVengo a decirte que esta en una de las ideas que mas me han llamado la atencion. Pues, que sigo leyendo y se me siguen abriendo partes nuevas para comenzar nuevas ideas y nuevos escritos.
ResponderEliminarLa vida de los padres no siendo padres. Vaaaaaya.
Muchisimas gracias