El sábado por la noche tuve la fortuna de cumplir un deseo que ya se estaba convirtiendo en viejo: ver El cielo gira, de Mercedes Álvarez, y ha sido, con diferencia, lo mejor que he visto en mucho tiempo y es una obra a la que volveré.
Hermosísima, conmovedora, muy emocionante, la película, articulada como un documental, aunque no me convence esta clasificación, gira alrededor de un pueblo, Aldealseñor, de Soria, en el que sólo quedan 14 habitantes (Mercedes Álvarez fue la última niña que nació en el pueblo). No hay que perdérsela, por nada del mundo. Todo cabe en ella, desde la guerra hasta los dinosaurios, desde las estrellas a las lechugas...
Les dejo las palabras de la directora, y un par de vídeos: el tráiler y el arranque, con una señora que nos habla de los dinosaurios.
Había la posibilidad de asistir –en un lugar concreto, con personas reales- a un capítulo necesario de la experiencia y la vida humanas: el tiempo de la ruina y la decadencia, que precede a su desaparición. Se trataba de mostrar qué cosas ocurren entonces, y registrarlas mientras ocurren.
A menudo la ficción del cine ha reflejado con éxito el proceso de decadencia de un individuo; con más dificultad, el de un grupo humano, el de un clan, el de una generación. Para escalas mayores, para hablar de la caída de toda una civilización o de una cultura, lo más acostumbrado es la alusión, que el lenguaje del cine traduce en elipsis: se muestra un paisaje de ruinas, se muestra lo que era antes en cuanto que ya no es, y luego un tiempo nuevo que ha suplantado al anterior.
Pero de lo que aquí se trata es de ese intervalo en el que todavía hay vida. Y durante ese trance de desaparición se dan sin embargo momentos únicos, hechos que brillan con un significado especial al tiempo que se apagan, y que tienen la capacidad de evocar toda la intensidad del trance. En su cualidad, esos hechos significativos son quizá comunes a la caída de individuos, grupos y culturas. Quise prestar especial atención a esos momentos, sin aislarlos del conjunto, sin subrayar su carga dramática.
Hay una cualidad del paisaje nada frecuente de encontrar y que sin embargo se da en la región de la Aldealseñor, en los páramos altos de Soria, de una manera inmediata: la experiencia física, en un solo golpe de mirada sobre la comarca, de tiempos históricos distintos, a veces antediluvianos. Las huellas de dinosaurios y el pueblo en su actualidad y a punto de desaparecer, los castros celtíberos, las ruinas romanas o la torre árabe del palacio convivían simultáneamente.
Ese tiempo profundo que rige las estaciones, las generaciones y los milenios, estaba milagrosamente ahí, intacto, y podía experimentarse con los sentidos. Y tuve el presentimiento de que el último capítulo en la historia de La Aldea, los días que estábamos viviendo durante el rodaje, no era más que uno de sus intervalos, antes de que llegara la nueva época, la del hotel y los molinos.
Me dije que si esa experiencia conjunta de tiempo biográfico (el mío y el de los habitantes del pueblo) y de memoria colectiva pudieran proyectarse sobre un tiempo profundo, merecía la pena intentarlo. La forma que intentamos durante el montaje fue marcar con esos tres tiempos un compás, que se repite varias veces a lo largo de la película.
Así, el tiempo de rodaje acabó convirtiéndose en tiempo documental y, finalmente, en tiempo argumental. "El cielo gira" relata los hechos seleccionados y los momentos significativos de un trance de desaparición; los que se produjeron en Aldealseñor entre otoño de 2002 y junio de 2003, quedando así anclados en el tiempo y en la memoria.
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Buenos días Enrique, que bien que me lo has recordado porque yo también quería verlo.
ResponderEliminarEn el pueblo de mi abuelo en invierno no quedarán más de 15 personas. En verano estos pueblos aún tienen algo de vida, gente de la ciudad estan comprando casas y recuperando los pueblos en verano. Pero en invierno es todo silencio y sobre todo frío, mucho frío.
Besos.
Pues lo apunto para el fin de semana. Gacias, un beso. Cuti
ResponderEliminarTambién lo mejor que yo he visto en mucho tiempo. He tenido oportunidad de verla en varias ocasiones y siempre hay algo nuevo. Un cine elegante con mayusculas, sencillo pero lleno de contenido. muy buena propuesta Enrique. Un saludo
ResponderEliminarGerardo
detener la extinción como quien pierde la vista poco a poco mientras la narración continua paralela al paisaje a la belleza sencilla de lo primigenio.Preciosa película, si señor!
ResponderEliminarSigo viniendo por tu casa y me gusta tanto,unos días me rio, otros
me sorprendes y otros simplemente me gusta las cosas que dices y con la naturalidad con que lo haces.
Solo quería mandarte un abrazo.
Buenos días...
Me encanta esta película. La vi en el cine y después la he vuelto a ver en dvd. Además me recuerda mucho al pueblo del norte de Burgos del que proviene mi familia y al que voy con frecuencia, aunque allí en invierno hay tan sólo dos casas habitadas. Incluso las personas que aparecen me recuerdan a personas que habitaron el pueblo de mis antepasados, personas que han fallecido. He visto como el pueblo ha ido despareciendo. Cuando yo era niño y pasaba los veranos en el pueblo vivía mucha gente allí. Hoy su existencia se va difuminando como en la película.
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