miércoles, septiembre 06, 2006

Luz de Agosto (III)


A él le hubiera gustado ser John Wayne, vivir en la época de las películas del oeste, habitar un western perpetuo. Siempre lo decía.

No sé exactamente por qué, pero tiene que ver con los caballos, con esas transiciones eternas a caballo por praderas, montañas, poblados...

La épica del oeste, el polvo acumulado en sombreros y camisas, esa forma especial de sentir la amistad, hecha de fidelidad, compromiso y pocas palabras, la ausencia de normas apuntando a eso tan sencillo que es "lo justo", un trazo de libertad con olor a nuevo y, sobre todo, el arrojo, la valentía.

Cuando estrenó el aparato de dvd, le regalé La leyenda de la ciudad sin nombre; me reí mucho cuando me contaba que sí, que estaba muy bien, "pero que no era del oeste del todo".

5 comentarios:

  1. Anónimo3:34 p. m.

    Menos mal que con este me has arrancado una sonrisa y no una lagrima. (Es broma, por desdramatizar, que se que no se peude ¿eh?)

    Me has arrancado las dos cosas.

    Otro abrazo fuerte.

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  2. gracias a los tres; creo que hay que desdramatizar, miriam; eduardo recordaba al teléfono que comedia es igual a tragedia más tiempo. El humor es imprescindible para todo. Alvy, magníficas las modificaciones de tu blog. Un abrazo a los tres

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  3. Anónimo8:21 p. m.

    Para ser justos, era citando a Woody Allen. Un abrazo

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  4. Igual decía mi padre. Para él una del oeste ha de ser puramente del oeste.

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