jueves, septiembre 07, 2006
Luz de Agosto ( IV )
Recuerdo que siempre me contaba: "cuando se tienen diez años se piensa: hay que ver mi padre, qué tío más maravilloso; cuando se tienen veinte: mi padre no tiene ni idea de nada; a los treinta: este tío es un coñazo; a los cuarenta: hay que reconocer que mi padre tiene razón en algunas cosas; a los cincuenta: qué razón tenía mi padre; y cuando se tienen sesenta años: mi padre era un sabio".
Hace algo menos de un año, cuando madrugones y falta de siesta me dejaban dormido en el sofá muy temprano, pensaba en él y me acordaba de que no entendía que se quedara dormido en el sillón, que le decía que era más cómodo dormir en la cama, sin saber que el bucle de los años nos iba a igualar más tarde en esa resistencia inútil para que no se acabe el día.
Me acuerdo de una estrofa de Benítez Carrasco que le gustaba:
Contra mis cinco sentíos,
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro.
Me acuerdo de que se hablaba a sí mismo cuando hacía tareas manuales o solitarios en la terraza de la playa, que decía: "a ver, Enrique..." y esas palabras eran la señal inequívoca de que estaba bien, muy bien.
Me acuerdo de que no le gustaba estar en la playa, que se sentaba debajo de la sombrilla a leer y que en cuanto había pasado un rato se iba con mi tío a "hacer el recorrido", que no era sino visitar varios bares y dos o tres chiringuitos (que entonces eran chamizos y una mezcla en el suelo de arena y cáscaras de quisquillas). Recuerdo que siempre se reía cuando mi tío, para pedir la tapa (que son gratis en Granada), daba con la palma de la mano en la barra y gritaba "la pertenencia". Me acuerdo de que, en función de la intensidad del recorrido, venían a comer con o sin camisa y que si mi tío venía con la camisa sobre la cabeza era la señal de un recorrido glorioso.
Me acuerdo de que cuando jugaba al dominó, cuando alguien ponía el seis doble, siempre decía: "la caja de coca-colas".
Me acuerdo de un chiste que le gustaba: "era un gitano que se presenta en una iglesia y se pone a hablarle al cristo: a ver, inri, que mi mujer está muy malita, que tengo doce hijos, que se ponga bien; al cabo del tiempo, vuelve el gitano y le habla de nuevo al cristo: mira, inri, que sigue muy mala mi mujer, que tengo muchos chiquillos, que se ponga bien, que si no se pone bien vengo a por ti y te majo a palos; el cura de la iglesia, que lo había oído, al enterarse de que la mujer del gitano se ha muerto, quita el cristo de la iglesia para que no lo destroce y pone un niño jesús; al cabo de unos días, entra el gitano hecho un furia, mira para a un lado, a otro, ve al niño jesús y le dice: a ver, inriquito, dile a tu padre que salga, que se va a enterar."
¿No te llevaban de recorrido con ellos? Me han entrado ganas de irme a mí. Lástima de máquina del tiempo.
ResponderEliminarUn beso, Miriam G.
lo intenté un par de veces, miriam, pero a la vista del percal, desistí; no podía ni comer...
ResponderEliminarmi primer recuerdo de él es cuando me llevó un día en la playa a tomar unas migas (de las alpujarreñas) con sardinas. Y de que me puso el único mote que me ha gustado: "bicharro". Donde estará el chambao? Saludos!!!
ResponderEliminarEnrique ¿para que están las siestas? para los días que no se puede ni comer ;-) ¡Menudo granaino!
ResponderEliminarUn beso, Miriam G.
Me acuerdo que siempe me decía que era igual que la mujer de popeye y que era su sobrina preferida, y yo para chincharle le decía callate "culo pato"...... yo lo adoraba.
ResponderEliminarBesos
gracias a todos, estamos convirtiendo esto en un patio de vecino-familiares, incluida Miriam (la siesta es sagrada, pero ni por esas). Un beso muy fuerte a todos. :-))
ResponderEliminarA mi me llamaba Rosarillo "la feroz", ¿será por mi genio? un beso Ros.
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