lunes, marzo 23, 2009

A propósito de una esquela en El País

Tengo que reconocer mi afición -que ya no practico tanto- a las esquelas. Debía tener yo unos trece años, cuando un gitano que solía frecuentar mi padre, cogió el Ideal de Granada, y le echó un vistazo y lo cerró. "Yo sólo leo las letras gordas y las esquelas", me dijo.

Desde entonces, y raíz de aquello, he leído las esquelas. No soy un coleccionista al modo de Cela, pero hay muchas que me han llamado la atención.

Desde que me fui de Granada, claro, mi afición se ha resentido. Con las esquelas de El País no hay esa cercanía de una capital de provincias, donde, si tiras un poco del hilo, siempre conoces al que aparece (cuando voy algún fin de semana a Granada, sigo leyendo las esquelas, aunque ya, claro, estoy muy perdido). El ABC, a veces, me satisface y publica unos culebrones de padre y señor mío, aunque suele limitarse a los méritos militares, civiles y académicos de los difuntos.

Recuerdo dos por encima de otras: una, que vi en Granada, fue la de un difunto al que le pusieron dos esquelas: por una parte, su mujer, su madre política, sus hijos, etc y, por otra, su amante, con dos cojones. No sé si la historia era de dominio público o no, pero desde ese momento seguro que lo fue. Ni que decir tiene que admiré y aplaudí el gesto de esa señora que, más allá, de las convenciones, quiso homenajear a su amado. Abajo del nombre, tan sólo eso, su amante y el nombre, sin Doña y sin misas y sin nada más. Muy hermoso.

La otra esquela que recuerdo fue la de mi abuelo, el padre de mi padre. Tenía yo cuando murió diez años y como mis padres la recortaron del Ideal, y andaba a mi alcance, me recuerdo leyéndola una y otra vez. Sé que el hechizo venía de dos hechos: por una parte, era la primera vez que yo leía el nombre de alguien que conocía en la prensa y allí estaban el nombre de mi padre y el de mi madre, en letras impresas y para mí eso era un choque total: no podía entender que esas dos personas, que andaban todo el día por mi casa, estuvieran en el periódico. Pero lo que me hechizó definitivamente fue que debajo del nombre de mi abuelo, Enrique Ortiz Payán, aparecía, entre paréntesis, (Del comercio).

Mi abuelo tenía una pequeña tienda de comestibles (ultramarinos) en la Calle Jaúdenes, muy cerca de la Plaza de la Trinidad y de la Plaza Birrambla, y en la esquela, por lo visto, fue importante esa agrupación gremial, que me tuvo alucinado mucho tiempo. No entendía qué tenía que ver aquella extraña palabra, Comercio, con mi abuelo, y nunca lo pregunté: temía despertar el dolor de mi abuela, o el de mi padre con la pregunta. Con los años supe lo que significaba pero todavía hoy, si pienso en esa agrupación de palabras, Del comercio, me sigue asaltando una especie de extrañeza, de ternura por la inocencia de esa expresión, de duda y alegría por ese del humano, terriblemente humano.

Pero vamos a lo que vi el sábado en El País. Una esquela diminutiva, en la izquierda y abajo de una página. Divertida, descreída, hermosísima. La reproduzco para disfrute del respetable. No he pedido permiso al firmante, pero sé, y no sé por qué, que no le molestará que aparezca aquí. He querido pensar que el firmante, JL Cassaus, cada año, fiel a una cita, le cuenta a Elena, la cara y el reverso de un hecho, arranca una sonrisa a alguien a quien hace ya quince años que no ve.

XV Aniversario de la muerte de

ELENA LUPIÁÑEZ SALANOVA

Elenita:
Cuando sugerí a tus hijos, Boris y Yuri, la lectura de las 1.104 páginas de Vida y destino (Vasili Grossman), me replicaron que estaban más interesados en la obra El camino al paraíso está asfaltado de tetas. Entendí que era un librito de haikús o tal vez de tankas y los cubrí de besos. Me tranquilicé cuando supe que era una suerte de concurso televisivo de hechuras anatómicas y que no malgastaban su vida con la literatura japonesa.

JL Casaus



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11 comentarios:

Anónimo dijo...

¡ Tienes memoria de elefante!. La de la amante la recuerdo perfectamente, pero no es la única, con cierta frecuencia se siguen viendo. Lo que no había visto nunca es la que has publicado, toda una historia curiosa. Un beso. Mam.

Manuel Márquez dijo...

Vaya, compa Enrique, qué buena demostración que nos haces, para abrir la semana, de eso de lo contradictorio del alma humana: tú, un defensor a ultranza de la exaltación vitalista en todos los terrenos, aficionado a las esquelas; jamás lo hubiera imaginado (aunque, eso sí, tiene su puntito...).

En todo caso, muy entrañables los episodios, tanto el personal como el que no lo es. Has conseguido hacerme arrancar un lunes soleado con más sol aún.

Un fuerte abrazo y buena semana.

Anónimo dijo...

Me gusta la historia que has contado de la amante, y más aun la del abuelo (yo no la recuerdo, claro), para llegar a la de El Pais, que es estupenda, que peazo de padre tienen esas dos criaturas, imagino que Elenita debió ser una original mujer. Un beso. Cuti

Anónimo dijo...

Como decían los Monty Python, always look at the bright side of life (silbiditos)y, yo añadiría, and death. Sentido del humor para todo, sí señor. Precioso, por otro lado, tu percepción de ese paréntesis en la esquela de tu abuelo. Por todos los abuelos del comercio, incluido el mío. Un beso, M.

Anónimo dijo...

Grande, muy grande.

Anónimo dijo...

La esquela de Elenita Lupiáñez es famosa, todos los años aparece una, a cual más divertida. Me encanta esa forma de trivializar o coquetear con la tradicional seriedad de las esquelas.

Reconozco que de pequeña también las leía, y buscaba anécdotas o cosas atípicas. Cuando murió mi abuelo, debajo de toda la parafernalia de viuda, hijos, nietos, yernos, nueras...aparecía una coletilla: "y su fiel Marisol". Genial, y de la época, por supuesto.

Viola Tricolor dijo...

Que literario el nombre de tu abuelo y que divertida la esquela de elena lupiañez que no deja de parecerme más de novela que real.
De el país y relacionado con la muerte me encanta la pagina de obituarios, te enteras de la vida de gente muy interesante en media página y suelen estar muy bien escritas. feliz lunes, un beso.

Anónimo dijo...

Tengo que decir que esa esquela también me llamó la atención el otro día cuando la leí. Un abrazo, y espero que sigas bien. AM

Isabel Barceló Chico dijo...

Me encantaría ser una Elenia (dentro de 50 años, claro) y que alguien me contara de las lecturas de mis descendientes. Y no me disgustaría de que no leyeran literatura japonesa. Un post estupendo. Saludos cordiales.

SuperWoman dijo...

Mira que me gusta leer las esquelas en los periódicos (en este caso, por afición heredada de mi Superabuela... ella las leía para enterarse de cuantas de las personas que conocía se habían muerto más jóvenes que ella). ¡Cómo se me ha podido pasar ésta!
Un supersaludo

Anónimo dijo...

Brindo por Cassaus, amor y humor más allá del tiempo finito. Precioso.

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