Buen fin de semana en una Sevilla primaveral, es decir, calurosa, y asediada por las obras y por el tráfico caótico, como todas las ciudades que conozco. Que este país se esté convirtiendo en una masa informe de urbanismo horroroso y en un atasco continuo es algo que, con toda seguridad, vamos a pagar muy caro, si no lo estamos pagando ya a precio mayor que el del oro: mal vivir y pérdidas diarias de tiempo, cuando esto, el tiempo, es precisamente lo más escaso.
A lo que vamos: que prima Begoña se casó con asturiano Javier Poti en una iglesia pequeñita del centro de Sevilla, que todo fue una maravilla, que nos encontramos con familiares dispersos all over the world y esto siempre es motivo de alegría. Más, si cabe, si te estás tomando una cervecita fresquita (Cruzcampo) en pleno Parque de María Luisa (nada que ver con el Pozo María Luisa, esa canción espeluznante de la guerra civil en la que mueren cuatro mineros; la pondré un día) acompañada de ese jamón que manejan en Sevilla y un lomo de los de antes, además de otra delicias inconfesables. También motivos para estar triste, para echar de menos, para darte cuenta de que algunas cosas esenciales han cambiado.
Como dato curioso decir que en Sevilla, aparte de la orquesta o DJ, se lleva que en mitad del baile aparezca lo que se conoce como Charanga, que es un pequeño grupo de músicos, muy jóvenes, armados de instrumentos de viento y percusión, que comienzan con piezas muy muy enloquecidas, y luego hacen un repaso de pasodobles, canciones populares, éxitos, etc. El sonido es endiablado y muy parecido a esas orquestas pequeñas que aparecen en las películas de Fellini y en la boda surrealista y tremenda de Gato Negro, Gato Blanco, de Kusturica. Muy curiosa esta formación musical de raíces populares y que debido a la cercanía (tocan mezclados entre los invitados) y a lo directo de la música (sin arreglos, sólo la esencia cañera de los temas) consiguen animar, y muchísimo, el cotarro.
Una boda, pues, sencilla y memorable. Enhorabuena y mucha felicidad.
Bien distinta es la boda que relata Pierre Nodoyuna en esta entrada ejemplar (muy divertida) que llamó Manual de supervivencia en Bodorrios, del que les ofrezco la primera parte, dedicada a las bodas cañí, dejando la segunda, dedicada a las bodas pijas, para otro día. Me encanta este Manual, es una delicia de observación y fineza descriptiva.
Manual de supervivencia en bodorrios (1)
Tres bodas en un mes. Tres. Paseando por media Españaza el mismo puto traje, sin posibilidad de hacer planes en un mes y palmando un pastizal. Qué bonito es el amor y qué bonitos los ceremoniales. Les contaría las innumerables cosas absurdas que rodean a las bodas, ese evento en el que dos personas dicen que se van a querer para siempre con la particularidad de que lo dicen antes, no después, de echar un polvo, de que lo hacen delante de mucha gente, de que todos van disfrazados y de que luego se ponen hasta las cartolas de comida. No, mi naturaleza generosa quiere ayudar, y por eso invertiré este tiempo en ayudar en la confección de un manual de supervivencia en bodas para las generaciones futuras cuyo autor intelectual es la usuaria anónima. Para que sepan a qué atenerse.
Empezamos por la boda cañí, reciamente española. Características:
-La marcha nupcial debe ser escuchada a todo trapo y, a ser posible, con algún arreglo cutre del órgano Yamaha que han pedido prestado al Fredi.
-Todos los amigos de los novios han de permanecer fuera de la iglesia, fumando, de cachondeo e intercambiando chistes verdes con familiares desconocidos.
-Lectura de la carta de los corintios.
-Problemas de sonido
-Los monaguillos tienen pinta de bakalas.
-Comulgan la abuela, las tías abuelas, la tía monja que ha venido de Venezuela, la novia pija del hermano y ya.
-Es opcional que la novia esté embarazadísima pero reluciente, embutida en su vestido de virgen bien blanquito.
-Antes, en la España profunda y cañí, la Españaza del Generalísimo, la novia embarazada se casaba de negro... Pero quieren democracia y, claro…
-Arroz del gordo a toneladas. El basmati y el salvaje no cuentan. Ha de ser arroz SOS llevado hasta la iglesia en paquetes de arroz SOS que, opcionalmente, se pueden llevar en una cesta de mimbre.
-Los tradicionales "vivan los novios" se repiten de forma compulsiva. Es importante el acento en la o de novios, esto es, ‘vivan los noviós’
-Muuuchas latas y globos (de condones, of course) para atar al coche. Hay dos opciones de coche, el semituneado del novio con los cristales de atrás tintados o el todo terreno de los tíos que viven en Madrid y que, obviamente, tratan de impedir el colgado de latas y/o condones.
-En el cocktail previo al convite se ofrecen tanto combinaciones pseudomodernas en recipientes extraños (que no dejan de ser variaciones sobre el clásico ‘melón con jamón’) con fritanga tipo palitos del Capitán Pescanova que es, obviamente, lo que hace las delicias de la concurrencia.
-Invitados borrachos que no paran con el "que se besen, que se besen..." o con el “que se besen los padrinos”.
-El salón de celebraciones está en un polígono industrial del extrarradio. Con todo, el camino hacia donde se zampa está decorado con antorchas. Unos tíos disfrazados de mariachis ejercen de guía para que la peña no se equivoque de boda.
-Dicho salón acoge simultáneamente cinco o seis bodas. Grandes columnas, mármol o imitación de mármol rosa por un tubo, dorados y fuentes. Como Marina D'Or, vamos.
-El parking se convierte, bien en centro de interacción social, bien zona de reyerta. Para pelearse no es necesario acudir a distintas bodas, pueden ser perfectamente los del novio contra los de la novia.
-Dispone de doble techo para que la tarta baje hasta los novios. Éstos la cortan a dos manos con espada toledana reutilizable, cincelada, dorada y muy, muy fea.
-Un vals para abrirl el baile. Varios copazos después, la novia se desmelena completamente y con su disfraz de milhojas (chorreras, mucha pedrería y volantes, y un largo e incomodísimo velo) se agarra el pedo de su vida..
-Una liga, por Dios!!!! A modo de ramo, ésta se lanza a las decenas de mujeres desesperadas que están convencidas de que "de una boda, sale otra boda"...
-Los regalos para invitados son puros para ellos y espejitos o alfileres para ellas. Son repartidos por quinceañeras vestidas de elfas, con tules vriginales, y que disimulan con el pote que hace tres o cuatro horas estaban en el Space.
-Invitados desconocidos que piden drogas a los amigos del novio, como si esta condición llevase aparejada la tarea de camello. Esto ocurre cada vez que vas al lavabo, centro de reunión de los que quieren meterse.
-Desvanecimiento de la tía abuela en alguno de los (muchos) momentos cumbres del banquete.
-Procesión hacia una discoteca donde poder oír a David Bisbal. Normalmente varios invitados pelearán por llevar al rebaño hacia el sitio donde son colegas del encargado para así sacarse copas gratis. “El Terminal está mogollón de lejos, mejor vamos al Keops” vs “Qué dices tío, ahí son siete euros de garrafón, yo lo saco por cinco y es calidad”
6 comentarios:
que nada, que nos encanta quejarnos de las bodas: "ay tengo una boda, que super peor!" y luego terminamos pasándolo fenomenal.
jeje, super peor, cómo me gusta eso
Gracias Quique, por la parte que me corresponde.Queriamos una boda sencilla y creo que lo fué.También queriamos el reencuentro de las hermanas y primos.El recuerdo de tu padre estuvo siempre presente.Un beso.
Yo no, a mí no me gustan ni un pimiento. Durante una época pensé: “bueno ya verás como cuando tú hayas pasado por ese suplicio disfrutarás más”, mentira, sigo sin disfrutar nada. No nos olvidemos que me obstino en llevar cada vez tacones más altos y jamás los he dominado.
Un beso, Miriam G.
Espléndido nodoyuna como siempreeee!
carmen, lo importante, además, es que seas pronto abuela, una espléndida abuela. Un beso. Pero Miriam, ¿tacones?. ¿una rockera en tacones? Así vais andando luego, que no podeis. Un beso. Gracias, Alvy, un saludo.
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