A Niebla, mi perro
«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas,
el tabaco inocente, tonto, de tu mirada,
los largos resplandores que por el monte dejas,
al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.
Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados,
que de improviso surgen de las rotas neblinas,
arrastrar en sus tímidos pasos desorientados
todo el terror reciente de su casa en ruinas.
A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo,
que transportan la muerte en un cajón desnudo;
de ese niño que observa lo mismo que un festejo
la batalla en el aire, que asesinarle pudo;
a pesar del mejor compañero perdido,
de mi más que tristísima familia que no entiende
lo que yo más quisiera que hubiera comprendido,
y a pesar del amigo que deserta y nos vende;
«Niebla», mi camarada,
aunque tú no lo sabes, nos queda todavía,
en medio de esta heroica pena bombardeada,
la fe, que es alegría, alegría, alegría.
Rafael Alberti
Hace un año: Dos poema de Fermín Herrero
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3 comentarios:
No sé de dónde has sacado el tiempo para la entrada de hoy. Parece ese cuento de Andersen en el que unos duendecillos hacían por las noches el trabajo de un zapatero exhausto. Como guinda, mi Goya favorito. Gracias y un beso. M.
Es un texto hermoso y sobrecogedor. Más todavía por la imagen del cuadro de Goya, donde el perro se hunde en la arena. El resultado de esa combinación es exquisito. Saludos cordiales.
El perro de peluche de la Supernena se llama Niebla... creo que voy a leerle la poesía.
Un supersaludo
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