Era casi imposible no caer en la tentación de retratarme en ese catálogo que fue Páginas amarillas. Lo dejé para el último poema del libro, bajo el título de Vivo. El poema, en un giro casi imposible, hace referencia a ese yo que uno convoca, penosamente, cuando piensa, sin saberlo, que la poesía es una salida a esa bala sentimental propia y que suele coincidir con la adolescencia poética. Mis dos primeros libros, Tormenta alrededor de una fotografía y Descubrimiento de la lentitud eran, sin rubor, una mirada al ombligo muchas veces vergonzante.
Bajo esa cita tan sabia de Carlos Barral, me incluí en el catálogo, como digo, con una mirada que intenté desde fuera, objetiva y fría. En 1995, ya en plena vorágine laboral, tenía 28 años. Fue un momento de cruces, y así quedó retratado en el poema.
Vivo
"el yo penosamente convocado"
Carlos Barral
"Un día te tropiezas con ese olor
y la muela del juicio brota
en el fondo de tu alma
como un dolor"
Surfin' Bichos
El yo que tan penosamente
convocaste en tantos poemas
ya no existe, se ha diluido
en el perfume
de la otredad.
Sin darte cuenta, el niño
desapareció un día.
Y una tarde, al salir de clase,
comprobaste que ya no te seguía
aquel adolescente.
Ahora, cuando vuelves
cansado y es de noche,
al abrir la cartera
para buscar las llaves de tu casa,
contemplas los papeles de este día
laborable y descubres
que ya no viene
contigo el joven despeinado
de hace algo más de un año.
Sigues creciendo.
Bueno, ya envejeces.
Y todo está ahí. Y tú no eres nada.
Un resumen escueto, ¿no?.
Pero vives y sabes
que sigue siendo el mismo hueco
de siempre
y cenas y te acuestas
y en un segundo se te agolpan
todos los otros
con los que te has ido cruzando,
con los que te hablas y te ríes,
y miras sorprendido y te preocupas
y con los que estás compartiendo,
al fin y al cabo,
tus horas y tus días
y son ellos, los otros,
los que te enseñan, sí, los que te muestran
que en el fondo del alma habita
el mismo miedo, idéntico rencor
por cada año vivido y malgastado,
sí, por la nostalgia del niño,
del adolescente, del joven,
de lo que pudo ser y nunca fue.
Y eso, quizás, es todo.
El olor de los otros,
sí, el perfume de la otredad,
y tu hueco
es todo lo que llevas
y es todo lo que tienes y es bastante,
envejecido charcutero,
para ir cortando
estas lonchas de vida.
Hace un año y dos días: Publicidad: Playstation y Kenzo, una comparativa
Hace un año y un día: Revista de variedades: dos escena de Airbag + Publicidad: idiomas + Radio Moscow. un grupazo.
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lunes, abril 28, 2008
martes, abril 22, 2008
Páginas amarillas (XIII): Vecina
Vecina
Yo venía de un barrio de la zona
norte, de una calle ancha, ruidosa
y sucia. Comencé con Rosa y Juana,
cerca de aquí.
A escondidas, hice el graduado
y aprendí a escribir a máquina.
Una semana
después de que le echaran a Manuel
cuatro años y un día
conseguí mi primer trabajo
como recepcionista.
Justo cuando salió de la prisión
y lo comprendió y se alejó
después de desearme suerte,
me ascendieron a secretaria.
Antonio también era de aquel barrio.
Traficaba con porquerías
de ésas que matan y esa mierda
mató un día a su hermano.
Por eso lo dejó y comenzó
a descargar camiones. Poco a poco
fue para arriba.
Después de tantos años
hoy tiene su camión
y reparte por todas la provincia.
Y llegamos aquí, quizás huyendo
de los recuerdos y del barrio,
rectificando
en las afueras
que ahora son complejos
residenciales,
urbanizaciones privadas
y casas unifamiliares.
Lugares nuevos
donde no se conoce nadie,
donde no hay pasado
y puedes esconderte y comenzar de nuevo.
El signo de los tiempos,
me dijo Juana un día
que me la encontré en las rebajas,
es una suma nueva
de las tres que éramos y somos:
es el barrio de entonces, la pobreza,
y es el rencor de Rosa,
su desesperanza, tanto odio,
el egoísmo,
la mierda de lugar donde tú vives,
el chándal, la parcela, el suplemento
que compráis los domingos,
ese bienestar falso que ahora venden,
y los anticuerpos que tengo,
negando la entrega, el amor,
la libertad, la valentía,
la vida, al fin y al cabo.
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martes, abril 15, 2008
Páginas amarillas (XII): Tendero
Tendero
Lejano y hermoso
aquel tiempo de ultramarinos.
Aun más lejana y hermosísima
aquella bata de mi padre, azul,
imprecisa, descolorida,
mientras ajustaba las cuentas
sobre el papel de estraza
que yo mismo cambié por un máquina
registradora mientras él moría
y yo estrenaba bata.
Luego vinieron los estantes,
el rótulo de autoservicio,
la oficina para las cuentas,
la ampliación del viejo almacén.
Y ahora pienso en lo que queda aún
por hacer y sé que no hay tiempo.
Una vida no es suficiente.
Harían falta dos o tres.
A veces, cuando cierro por las noches,
al oír el metal de la persiana
caer vertical sobre el suelo,
se me encojen los huevos
y siento qué corto es todo esto.
Qué corto, sí,
y lejano y hermoso
el tiempo aquél de ultramarinos
y cercano y maldito
el tiempo de la tumba infame
desde la que veré cómo mis hijos
descuelgan en silencio
el rótulo de autoservicio
para colgar
un jodido cartel de Se Alquila.
Nota: esa expresión "se me encojen los huevos" referida al sentimiento del paso del tiempo la dice exactamente igual el personaje Nicola Lorusso, que interpreta Diego Abatantuono, en la peli Mediterráneo. Justo en la escena de abajo (siento que se oiga mal, pero pongo lo que dice), de donde sale este poema.
"Una vita è troppo poco. Una vita sola non mi basta. Se conti bene non sono neanche tanti giorni. Troppe cose da fare, troppe idee. Sai che ogni volta che vedo un tramonto mi girano i coglioni? ...perché penso che è passato un altro giorno. Dopo mi commuovo, perché penso che sono solo. Un puntino nell'universo. I tramonti mi piacerebbe vederli con mia madre, e con una donna che amo, magari. Invece le notti mi piacerebbe passarle da solo, o con una bella troia, che è meglio che da solo"
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lunes, abril 07, 2008
Páginas amarillas: (XI): Resucitado, Soliloquiador y Toxicómano
Resucitado
Ahora que regreso
puedo decir
que la muerte es como cuando uno
vuelve muy tarde del trabajo,
se quita los zapatos,
se afloja el nudo
de la corbata
y anda muy despacio hacia la cocina
-descalzo-
para dar de comer al gato.
Soliloquiador
-¿Qué queda?
-Sólo un regusto antiguo atardeciéndome en los ojos.
-Pues vaya.
Toxicómano
Ya nada importa.
Sé todo lo que se perdió
antes de que todo se hubiera
perdido.
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lunes, marzo 31, 2008
Páginas amarillas ( X ): Restaurador
Restaurador
Se aleja la luz de la estancia
y lame la madera
del alto ventanal que me cobija.
Como la sirena creciente
y metálica de las fábricas,
la penumbra me advierte
que acaba otra jornada ante este lienzo
en el que dos ejércitos se acercan
para una batalla acerada
en una llanura difusa
que no sabe de lanzas ni de ejércitos.
En la marea oculta de los siglos
aún permanece la llanura
y ahora desconoce el tráfico,
las torretas de luz,
el triste avance de la ciudad
hacia sí misma.
Permanece también el lienzo,
su tela arrugada y mordida
y excavada por siglos, los botines
diminutos del tiempo
que he ido rescatando con mis manos
y con el precio de mil jornadas
bajo este ventanal que no conoce
tampoco.
Yo, que conozco la llanura y el lienzo,
el paso de los años, todo lo bello y quieto,
no permaneceré.
El último que piense en mí
me sepultará entre la lana
eterna y despaciosa del olvido
y ya no habrá restauración
posible,
nadie se acordará de mí.
Hace un año y dos días: Bolaño por sí mismo (I): sobre el boom
Hace un año y un día: La mejor novela en castellano de todos los tiempos + Pussy mix
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lunes, marzo 24, 2008
Páginas amarillas ( IX ): Poeta y Quiosquero
Poeta
Si pudiera escribir del mismo modo
que un autobús se llena y recibe
y acoge a cincuenta y dos huérfanos
para llevarlos de excursión
un viernes radiante de mayo
y siente sus pequeños cuerpos
-felices-
moviéndose en los asientos
mientras las ciento cuantro manos
ensucian los cristales
palpando el tacto de un paisaje
perplejo por tanta caricia.
Si escribir fuera ese autobús
que es padre y madre
y hermano mayor.
Si un poema pudiera ser
ese cristal manchado por sus manos
diminutas y churretosas.
El poeta tiene que ser
un autobús
-aunque sea sólo una vez-.
El poema tiene que ser
un cristal sucio
-aunque sea sólo una vez-.
Quiosquero
Convivimos con el dolor,
y aunque ocurra ahí mismo, en esa esquina,
todo viene de lejos.
Nos hemos rodeado
de titulares y escándalos,
fotografías en primera plana,
telediarios sangrientos
y nos hemos acostumbrado,
y en la costumbre
nos hemos alejado
y parece como si todo
fuera mentira
ahora.
Y uno hace bromas con los clientes
comentando lo que sucede,
echas dos o tres risas
y cuando te das cuenta
es demasiado tarde
y cierras y vas a comer
y comprendes que lo único real,
que lo que verdaderamente importa,
es el extracto quincenal del banco
que sacas del buzón
y es triste y uno se acostumbra
a que lo demás venga de tan lejos
aunque ocurra aquí mismo,
en tu propia alma,
en la mirada triste de tu mujer,
en el futuro incierto de tus hijos,
en el vasto poblado de mendigos
que te has ido encontrado en cada calle
cuando volvías.
Nota: El poema Poeta ya lo puse por aquí. Espero disculpen la repitición.
Hace un año y nueve días: Publicidad: Violencia de género + Quilmes y el bristeau francés
Hace un año y ocho días: Esculturas raras + Yomelo Montosolo + Lcd Soundsystem y Nostalgia 77
Hace un año y cinco días: Los justos, de Jorge Luis Borges
Hace un año y cuatro días: En pelotas: Harry Potter y Elsa Pataky + Publicidad: ranita+ El surf según Laird Hamilton
Hace un año y tres días: Un poema de Agustín Fernández Mallo
Hace un año y dos días: El juego de las versiones: Come rain or come shine (y III): Chet Baker, Al Jarreau, Chick Corea, Keith Jarret y Juliette Lewis
Hace un año y un día: Publicidad: Cortázar anuncia el Seat León + Clap your hands say yeah y Talking heads
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lunes, marzo 10, 2008
Páginas amarillas (VIII): Motorista, paseante, pirómano y piropeador
Motorista
Prefiero el viento
porque tacha de un golpe los lugares
y abole el tiempo.
Paseante
Señora:
almohádeme el alma,
repita su trasero
otra tarde, en mi calle.
Pirómano
Si para seguir adelante,
si para no volver
hay que quemar los puentes,
que no falten las cerillas,
que no quede ninguno en pie.
Piropeador
Tu sexo:
una destilería
en una huelga a la japonesa,
todos los trenes de la tierra
sobre un solo raíl,
un pueblo en fiestas.
Hace un año y dos días: Publicidad: In-synch, Canal + Francia, Snickers + Shrek 3, un trailer.
Hace un año y un día: Death in Vegas: Aisha + Panorama música española 2006: Grupo de expertos Solynieve, Sr. Chinarro, Tote King, Violadores del verso y Antònia Font.
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lunes, marzo 03, 2008
Páginas amarillas (VII): Mecánico y místico
Mecánico
No es distinta la grasa
que cubre este motor
-ocultando las conexiones
entre las piezas, impidiendo
la visión de los cableados-
a la grasa que cubre
mi corazón
-ocultando los deterioros
y las durezas, impidiendo
que por los cables
que me unen a este mundo
circule una corriente limpia y fresca
en vez de ésta, de hastío
y de firme desesperanza-.
Místico
Una pistola entre las manos.
Para amenazar al alma.
Para volarla en mil pedazos
si no obedece.
Que aprenda.
Que ya está bien, joder.
Que cumpla con su oficio
y que contemple.
Hace un año y dos días: Fotografía: Peter Merts
Hace un año y un día: Dos collages: sonoro y visual + Dos cortometrajes: Éramos pocos y Binta y la gran idea + Richmond Fontaine: Thirteen cities
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lunes, febrero 25, 2008
Páginas amarillas ( VI ): Invisible, Lector y Marino
Invisible
Borrarse, quitarse del miedo
y desaparecer.
Partir.
No queda otro remedio.
Que surja la épica
como las bofetadas
que están pidiendo a gritos estos tiempos.
Lector
Buscando entre las voces
la que me corresponde.
Buscando entre las líneas
mi rostro.
Para encontrarlos, claro,
y, agradecido,
romperlos en pedazos
y lanzarlos al aire.
Marino
Si pudiera guardar
el salitre, la brisa, la madera
abultada y húmeda
para más tarde,
cuando la tierra -tan estable-
duela y golpee y amedrante
como un golpe seco de mar
en la noche serena.
Hace un año y dos días: S.O.S. por el Paseo del Salón (Granada) + El vino y Josep Ramoneda + Forges + Deacon Blue + actualización
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lunes, febrero 18, 2008
Páginas amarillas ( V ): Fotógrafo
Fotógrafo
La caliza que llega hasta la playa
y se funde, tan pobre, con la arena
efervescente de este julio
de horas extras y préstamos
aplazados hasta el otoño.
Ojalá acabáramos pronto
y con la última luz del día
pudiera retratar aquella roca
que emerge de la arena
como un milagro y es metáfora
de esta soledad ineludible
que nos marca la piel
y nos obliga
y no podemos aplazar.
Pero está oscureciendo
y la modelo no desafía
como le exigen
y tiene miedo y mira desconfiada
el objetivo y no le sirve todo
lo que posee; ni siquiera
las líneas perfectas de su talle,
el futuro prometedor
delante de ella,
emerger y ser centro de todo esto.
En el fondo de la miradas
habita siempre el miedo.
Pero no importa. Que anochezca.
Estoy cansado de este día,
de esta vida de moda y fotos
publicitarias
que sólo me permiten
seguir tirando y aplazar los plazos.
Al fin y al cabo -no voy a engañarme-
esa fotografía de la roca
que hubiera descifrado
qué inmensamente solos somos
debajo de la piel,
habría terminado siendo
la tarjeta postal
que veraneantes estúpidos
y estúpidos turistas
franquearían
al lado de un maldito rótulo
de Lugar-Típico.
Y tan típico.
Hay que joderse.
Hace un año y dos días: Revista de variedades: Granada (antigua) + El cambio climático, según Andrés Soria + Caballos + Canciones de 2006
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lunes, febrero 11, 2008
Páginas amarillas (IV): Enferma, Enfermera y Envejecido
Sigo con este libro inédito. Como ha pasado mucho tiempo, dejo este enlace para el que quiera saber a qué se deben estas Páginas amarillas.
Enferma
Me fui, no dije nada, lo miré
desde la rabia de la injuria
arrojada como el balón
que deja marcas rojas en las manos
frías de los recreos -tan lejanos-
con chicos demasiado fuertes, brutos
que se colaban en las fuentes
y que siempre te hacían daño.
Pero esta marca dura todavía
y ha enrojecido esta semana
de máquinas, oxígenos y sueros.
A veces una no debe estar sola
y llega la enfermera y me abraza
y tiene miedo, pero ensaya
una sonrisa inédita
a la de aquella señorita
que me daba besitos
en las manos hinchadas
cuando volvía del recreo
y ponía a los niños de rodillas
y yo pensaba ya -temblando-
en la hora de la salida.
Enfermera
En semanas alternas tengo miedo
y en semanas alternas soy feliz.
Sé que no debería pensar mal,
y menos después de diez años
casados,
pero cada maldito turno
de noche lo paso mirando
el teléfono y dudo,
pero nunca lo llamo.
Tengo miedo de que no esté
y miedo de que me conteste
y sepa de este miedo quincenal,
nocturno, alterno.
Y así sigo, segura unas semanas,
desdichada otras,
y tengo miedo, tengo mucho miedo
de que algún día pueda verme
en algún hospital como éste
y sola,
sin nadie al lado de la cama,
como aquella señora todavía
joven de la trescientos cuatro,
que era telefonista por la noche
y por la noche y por teléfono
lo supo todo.
Envejecido
El jovencito que aparece
del fondo de la octava copa.
"¿Nos conocemos?", le pregunto.
"Sí -me contesta-, ahí al lado,
cuando eras yo,
hace doce años,
en el Callejón de los Litros,
como decías,
cuando vivir era tan fácil
y el mundo,
su curso milenario,
te obedecía."
Y me mira, valiente,
y me rodea con sus brazos,
casi me abraza,
y me dice al oído:
"Para lo que has quedado, tío.
No me extraña que no te acuerdes.
Venga, te acompaño a la casa."
Hace un año y dos días: Tres fotografías + Publicidad: los riesgos de convertirse en millonario + Joan as police woman
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Enferma
Me fui, no dije nada, lo miré
desde la rabia de la injuria
arrojada como el balón
que deja marcas rojas en las manos
frías de los recreos -tan lejanos-
con chicos demasiado fuertes, brutos
que se colaban en las fuentes
y que siempre te hacían daño.
Pero esta marca dura todavía
y ha enrojecido esta semana
de máquinas, oxígenos y sueros.
A veces una no debe estar sola
y llega la enfermera y me abraza
y tiene miedo, pero ensaya
una sonrisa inédita
a la de aquella señorita
que me daba besitos
en las manos hinchadas
cuando volvía del recreo
y ponía a los niños de rodillas
y yo pensaba ya -temblando-
en la hora de la salida.
Enfermera
En semanas alternas tengo miedo
y en semanas alternas soy feliz.
Sé que no debería pensar mal,
y menos después de diez años
casados,
pero cada maldito turno
de noche lo paso mirando
el teléfono y dudo,
pero nunca lo llamo.
Tengo miedo de que no esté
y miedo de que me conteste
y sepa de este miedo quincenal,
nocturno, alterno.
Y así sigo, segura unas semanas,
desdichada otras,
y tengo miedo, tengo mucho miedo
de que algún día pueda verme
en algún hospital como éste
y sola,
sin nadie al lado de la cama,
como aquella señora todavía
joven de la trescientos cuatro,
que era telefonista por la noche
y por la noche y por teléfono
lo supo todo.
Envejecido
El jovencito que aparece
del fondo de la octava copa.
"¿Nos conocemos?", le pregunto.
"Sí -me contesta-, ahí al lado,
cuando eras yo,
hace doce años,
en el Callejón de los Litros,
como decías,
cuando vivir era tan fácil
y el mundo,
su curso milenario,
te obedecía."
Y me mira, valiente,
y me rodea con sus brazos,
casi me abraza,
y me dice al oído:
"Para lo que has quedado, tío.
No me extraña que no te acuerdes.
Venga, te acompaño a la casa."
Hace un año y dos días: Tres fotografías + Publicidad: los riesgos de convertirse en millonario + Joan as police woman
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jueves, julio 19, 2007
Páginas amarillas (III): cardiólogo, costurera, disgustado, durmiente (el bello)
Cardiólogo
El corazón ya nace dividido.
Luego, cada dolor,
cada abrazo a destiempo,
cada sonrisa a medias,
cada vuelta de espaldas,
dividen lo ya dividido.
Por eso en el amor es al revés
y todo se va deshaciendo.
Por eso al final se ama
con sólo una pequeña parcelita
- sin vistas, además -
que no da más de sí.
Un corazón es el más claro ejemplo
de aquéllo que aprendimos
porque siempre caía en los exámenes:
minifundismo.
Costurera
Impasible, espero la merienda.
Impasible, he visto pasar
mi vida bajo esta ventana.
Impasible, él no hizo nada.
Disgustado
Me cago en la madre putísima
que parió el demonio.
Durmiente (el bello)
Esta noche he dormido bien:
sin despertarme,
sin incómodos sobresaltos,
sin pesadillas.
No ha sido culpa mía.
La culpa la tiene la almohada;
la pobre
no ve los telediarios,
ni lee los periódicos,
ni oye la radio.
La culpa es de la almohada.
Qué culpa tengo yo
si la pobre no sabe dónde cae
la antigua Yugoslavia.
Hace un año: Publicidad: cuidado con el sol
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miércoles, junio 20, 2007
Páginas amarillas (II): Ascensorista y Camarero
Un Ascensorista cuenta una historia y el poema le oye.
Un Camarero, con el local ya cerrado, habla con alguien. El poema pretende ser como una grabadora que sólo hubiera registrado su voz en la conversación.
Ascensorista
Amortiguados, como el cable
silencioso de un nuevo ascensor,
sin hacer ruido
y sin que uno se dé cuenta
de a qué piso, lugar o corazón
conducen,
salvo que sea equivocado,
han pasado los años.
También han pasado las gentes
y todo lo que he aprendido
es que algunos saludan al entrar
y otros no, y que todos permanecen
en silecio mirando la rendija
de las puertas o los botones
iluminándose y acercándolos
a la salida
del pequeño anticipo de la muerte,
cajón previo, inerme
recordatorio
de la fragilidad ineludible
que somos.
Han pasado los años
pero no estoy en paz. No olvido
que no hice nada. No advertí,
maldita sea,
que la muchacha rubia
de la rebeca cuidadosamente
doblada sobre el brazo
subió para buscar su propia muerte
y la encontró
después de dejar la rebeca
sobre la barandilla
y después de pedirme
"por favor, al último piso"
sin que me diera cuenta
a pesar del saludo y la sonrisa
incrustada de lo último
mirándose los pies y las sandalias,
meciendo una melena despeinada,
triunfando sobre el anticipo
y los recordatorios,
gobernando.
Ahora, en su recuerdo, me abotono
celosamente la chaqueta.
Y me despeino en las esperas.
Y sonrío frente al botón
iluminado y fijo que me aguarda.
En su recuerdo, sí.
Pero no estoy en paz.
Camarero
Y si me miras desde el otro lado
de este aluminio anochecido
y te acercas y quieres conversar
quiero que sepas
que no soy un mal tipo.
No, no me quejo
y voy tirando como puedo y sé,
me imagino que como tú,
con el sol por delante a veces
y otras detrás.
Sí, yo también he visto
cómo se me ha quedado grande
la vida. No sé si he llegado
temprano o tarde,
pero todo ha ido pasando
como si lo mirara desde fuera
y ni siquiera fuera mío.
No, no ha cambiado nada
en estos veintitantos años,
sólo los envases y el sitio
de cada cosa. Envejecer
no cambia nada salvo nuestro envase
-sí, claro, el deterioro-
y el sitio de las cosas. Donde
antes ponías la pasión
ahora está la convivencia,
paciencia donde estaba el arrebato,
razón en las locuras
y así con todo y sin saber siquiera
si está bien o está mal
mientras ves que los pantalones
se van quedando chicos
y la vida grande, muy grande.
Sí, demasiado grande.
Sí, debería ser justo al contrario.
Hace un año: Nuevo número de la revista Litoral
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Un Camarero, con el local ya cerrado, habla con alguien. El poema pretende ser como una grabadora que sólo hubiera registrado su voz en la conversación.
Ascensorista
Amortiguados, como el cable
silencioso de un nuevo ascensor,
sin hacer ruido
y sin que uno se dé cuenta
de a qué piso, lugar o corazón
conducen,
salvo que sea equivocado,
han pasado los años.
También han pasado las gentes
y todo lo que he aprendido
es que algunos saludan al entrar
y otros no, y que todos permanecen
en silecio mirando la rendija
de las puertas o los botones
iluminándose y acercándolos
a la salida
del pequeño anticipo de la muerte,
cajón previo, inerme
recordatorio
de la fragilidad ineludible
que somos.
Han pasado los años
pero no estoy en paz. No olvido
que no hice nada. No advertí,
maldita sea,
que la muchacha rubia
de la rebeca cuidadosamente
doblada sobre el brazo
subió para buscar su propia muerte
y la encontró
después de dejar la rebeca
sobre la barandilla
y después de pedirme
"por favor, al último piso"
sin que me diera cuenta
a pesar del saludo y la sonrisa
incrustada de lo último
mirándose los pies y las sandalias,
meciendo una melena despeinada,
triunfando sobre el anticipo
y los recordatorios,
gobernando.
Ahora, en su recuerdo, me abotono
celosamente la chaqueta.
Y me despeino en las esperas.
Y sonrío frente al botón
iluminado y fijo que me aguarda.
En su recuerdo, sí.
Pero no estoy en paz.
Camarero
Y si me miras desde el otro lado
de este aluminio anochecido
y te acercas y quieres conversar
quiero que sepas
que no soy un mal tipo.
No, no me quejo
y voy tirando como puedo y sé,
me imagino que como tú,
con el sol por delante a veces
y otras detrás.
Sí, yo también he visto
cómo se me ha quedado grande
la vida. No sé si he llegado
temprano o tarde,
pero todo ha ido pasando
como si lo mirara desde fuera
y ni siquiera fuera mío.
No, no ha cambiado nada
en estos veintitantos años,
sólo los envases y el sitio
de cada cosa. Envejecer
no cambia nada salvo nuestro envase
-sí, claro, el deterioro-
y el sitio de las cosas. Donde
antes ponías la pasión
ahora está la convivencia,
paciencia donde estaba el arrebato,
razón en las locuras
y así con todo y sin saber siquiera
si está bien o está mal
mientras ves que los pantalones
se van quedando chicos
y la vida grande, muy grande.
Sí, demasiado grande.
Sí, debería ser justo al contrario.
Hace un año: Nuevo número de la revista Litoral
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miércoles, junio 06, 2007
Páginas amarillas (I): una explicación y dos poemas
Una explicación
Siempre he querido que mis libros respondan a necesidades de mi biografía, que se sustenten solos y que se alejen, en lo posible, de mí. Este alejamiento ha sido un proceso: de un yo a un tú y a un vosotros, para llegar a un nosotros. En Páginas amarillas quise no impostar la voz y que fueran los propios protagonistas de los poemas los que hablaran, siendo yo un mero intermediario: una primera persona que no era la mía.
El embrión de este libro estaba en Tatuajes, una serie de poemas que ensayé y que eran, en esencia, poemas muy cortos que fueran susceptibles de ser tatuados en el cuerpo. Ni que decir tiene que abandoné pronto el proyecto y ello a pesar de que algunos poemas se fueron publicando en varias revistas.
La sucesión lógica fue Páginas amarillas. Mi incorporación al mundo laboral en 1993 fue el detonante. Trabajar tiene muchas cosas malas, pero, en esencia, una muy buena: el conocimiento de vidas ajenas, penetrar en ese círculo de intimidad que va a ser la historia de los próximos siglos. Como escribió Goethe (y esta es la cita que encabeza el libro): "Todo está ahí y yo no soy nada". Eso es importante para mí, y lo sigue siendo, a pesar de que la última serie de poemas que he escrito, como una especie de El retorno del Jedi, vuelven a un yo.
En Páginas amarillas quise hablar de esas vidas ajenas, de sus grandezas, de sus bajezas, de los miedos y las esperanzas, de las alegrías, de las penas. Nada más. Y quise hacerlo con un lenguaje sencillo y directo, tal y como lo contaría el protagonista de cada poema.
Escrito entre 1993 y 1995, Páginas amarillas permanece inédito por muchas, extrañas y variadas razones, a pesar de haberse publicado casi íntegro en distintos sitios. Aunque hoy pueda chirriarme, creo que puede publicarse aquí. Poner un libro inédito en este blog creo que es la mejor forma de que vea nuevamente la luz.
Los poemas se corresponden con las ocupaciones de las páginas amarillas de Telefónica y van ordenados alfabéticamente. Pensé que era una buena idea y hoy no voy a corregir semejante disparate.
Disculpad el rollazo.
Abandonada/o
Este dolor,
este agrio páramo,
este domingo sin teléfonos.
Y lo peor de todo:
estas malditas cosas
preguntándome
dónde te habrás marchado.
Y no se cansan
de preguntarme
estas malditas cosas
que te olvidaste.
Antenista
Por si decides ascender
y subes hasta las alturas
recuerda que he dejado para ti
marcas de tiza
sobre los frágiles tejados.
Apóyate en ellas, descansa,
respira lo alto
y mira
cómo se extiende y se contrae
la ciudad laboral
para dejar caer sus trampas cruentas.
Sigue, no bajes, busca esa azotea
donde la vida late y opone
dos o tres trucos a las trampas
y vence.
Y mira,
fíjate en la mano que tiende
la sábana o en esa que empuja
la silla de un anciano y busca el sol.
Mira aquélla que extiende antiguos restos
de un bronceador ya otoñado
y cambia el orden férreo de estaciones
y desordena el mundo y lo ordena.
Y las antenas,
y esos cables por los que bajan
los signos intangibles de lo externo
para que luego ascienda
lo que devuelve un corazón -ya sabes-
la soledad, el miedo, esas trampas,
pero también -amigo-
el hueco limpio del amor,
la libertad, esos dos o tres trucos.
¿No sientes que es hermoso, compañero?
Hace un año: Pedro Casariego Córdoba
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