martes, mayo 16, 2006

Bancos, bancos, bancos

Recuerdo el comentario que me hizo un personaje, cuando tras pasar toda la mañana de bancos con su mujer, me contaba que ésta le había preguntado al director de una sucursal si es que carecían de ética, y el personaje en cuestión, alarmado, le dijo: por lo que más quieras, cariño, que no apliquen la ética, que la ética bancaria es la de forrarse a costa de los demás y como la apliquen nos funden.

Recordaba ayer esto mientras perdía parte de mi jornada festiva (no festiva en donde vivo) en solucionar un par de cosas en los bancos.

Me acordé, además, de un post buenísimo de la Petite Claudine, que reproduzco íntegro a continuación.


Su operación esta siendo procesada

“El infierno no son los demás, son los bancos. Yo sé que, en tratándose de bancos, ustedes me van a dar la razón pero, por etiqueta y por alimentarme la bilis, me voy a extender. A mi lo que más me jode de los bancos no es su espíritu poco altruista ni su ánimo de robar, enajenar y destruir la humanidad de uno. Tampoco me enerva que los teclados de los cajeros te quemen las yemas de los dedos en verano, que haya infraestructura para cinco ventanillas pero sólo haya dos abiertas y siempre te toque la caja tonta. Que mientras esperas de pie y llegas tarde a algún sitio tengas que mirar esos anuncios como de nescafé, de mujeres de mediana edad cogiendo la taza con las dos manos como tuvieran un amante veinte años más jóven que ellas y no pudieran disimular. El oxígeno de bote, la moqueta enrarecida, la bruja que se cuela medio segundo antes que tu con sus uñas puntiagudas y su sobre de facturas devueltas. Saber que te joderá el día pidiendo alguna memez imposible y que te mirará de arriba abajo resoplando mientras la nueva se va en busca del domador de divorciadas histéricas (priceless!). Todo eso me gusta. Los bancos bien ventilados con chorros de luz natural me ponen nerviosa; es más saludable que la transacción sea lo más incómoda y dolorosa posible. Pero no humillante. Humillante ya no.

Lo humillante no es que la señora detrás de la ventanilla me mire directamente a los ojos y diga: no claro, es que la transferencia internacional tarda lo menos cinco días naturales. Lo humillante es que yo le devuelva la mirada y, en lugar de explicarle que me ato sola los cordones de las zapatillas y que tengo en mi casa un invento macanudo llamado Internet y que estas dos verdades aparentemente no relacionadas deberían ser suficiente para que no se insulte mi inteligencia, le responda ah. Y me vaya igual que entre, solo que un poco mas adulta y experimentada.

Preferiría que me mirara a los ojos y me dijera: la ley nos otorga cinco días (siete si cae en fin de semana) para llevarnos su sueldo al bingo y apostarlo al tráfico de armas en oriente medio o a cualquier otra actividad que nos reporte los beneficios a los que estamos acostumbrados, incluyendo la trata de blancas y las patentes de farmacia. Si quiere que se le pague directamente pida que le manden la pasta metida en un calcetín, pero que sepa que en Seur tardan más o menos lo mismo. “

Que seria humillante pero de otra manera, mas perversa e interesante."

Por cierto, estupendo este blog de la Petite Claudine.

3 comentarios:

Francisco Ortiz dijo...

Suscribo la aversión. Qué horror que otros miren tanto por su dinero y tan poco por el de los demás.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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