miércoles, enero 16, 2008

La alambrada de mi boca, de Ana Pérez Cañamares ( y IV )


La tercera parte de La alambrada de mi boca se llama Una y es la más extensa del libro. Está compuesta por poemas muy variados, desde extensos hasta el inicial, Ortodoncia, de cuatro versos (un verdadero haiku) que pongo:

Ortodoncia

A través de la alambrada
de mi boca
tus besos tienen el sabor
de la libertad.

Son poemas donde Ana nos muestra su interior-exterior a través de unos poemas excelentes y me explico. Para mí, lo importante aquí es ese volcado del interior en un exterior perfectamente perfilado a lo largo de esta sección (donde volvemos a asistir en algunos poemas a ese vínculo generacional: madre/hija-madre/hija).

La poeta, desde ese adentro inconfundible de su voz, hace un recorrido por las afueras (como quería Gil de Biedma) y se dice, habla, piensa, se revela, se enrrabieta, se entristece, se ríe y, claro, se conmueve. El crisol de sentimientos, sensaciones y emociones es amplísimo. Hay poemas intimistas, otros de línea clara, de vocación social y una línea irónica muy lograda. Ana (y es lo que más me gusta de esta sección) se levanta, va al trabajo en metro, riega sus plantas, mira a su gata, piensa en su amor, en su hija, habla de los amigos, de proyectos, de su presunta fuerza. Nada excepcional y todo excepcional porque lo importante es el acento en la emoción que transmiten todos estos poemas.

(Un inciso. Ha sido la primera vez que leo un libro de poemas de alguien al que previamente he leido en un blog (que, me digo, no es sino un libro en marcha). En El alma disponible, Ana va poniendo sus notas, sus lecturas, algún pensamiento poético. Completar este soberbio La alambrada de mi boca con la lectura atenta del blog, antes y después, da una visión nueva, mucho más panorámica, enriquece el seguimiento de los poemas. Antes, para completar la visión de un poeta, había que ir buscando entrevistas en prensa, una fotografía, un poema inédito en una antología.... Ahora sólo puedo gritar ¡¡¡ Biba el internésss!!!)

Quería terminar este recorrido por el libro con una de las citas que encabeza el libro:

El viaje más largo es llegar al sitio donde estás.

Moshe Benarroch

Y la pongo porque, en definitiva, lo que hace Ana en este libro es eso: averiguar (intentarlo) dónde se encuentra, dónde está después de viajar en pos de su propia vida, de sus días, de sus certezas y de sus dudas y, a lo mejor, me digo, un libro de poemas no es sino eso: un viaje para intentar descubrir dónde está uno. Cada vez que he terminado un libro me ha quedado justo esa certeza: que lo había escrito para saber de qué iba algo que para mí era importante. Ana va más lejos y nos hace un recorrido hermosísimo desde ella hacia ella misma. Es el viaje más hermoso, sí, pero también el más difícil, el que produce más terror.

Les dejo el poema Hijo mío porque hubiera sido muy fácil fracasar con este poema. Es un tema actual, sí, pero era muy difícil conseguir a través de una mirada crítica, ese toque de ternura, de desvalimiento y de emoción que imprime algo tan sencillo como esto: "Me pasaría de vez en cuando con la excusa de ampliar la hipoteca / sólo para ver qué tal me lo crían (...)"

Por todo eso, y por todo lo anterior, Ana, enhorabuena por tu libro.

Hijo mío

Que soy libre, me dicen.
Pero si quisiera tener otro hijo
tendría que llevarlo al Banco de la esquina
porque suya es mi casa.
Mi niño llamaría padre al director
y madre a la cajera
aprendería a andar con una silla de oficinista
dormiría en un cajón del archivador
y yo sólo sería un pariente lejano
que le sonreiría desde mi puesto en la cola.
Me pasaría de vez en cuando con la excusa de ampliar la hipoteca
sólo para ver qué tal me lo crían
cómo le afecta el aire acondicionado
si sabe poner un fax
y si el director le regala un juego de sartenes
por su cumpleaños.


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26 comentarios:

Miriam G. dijo...

Lo que más me impresiona de la poesía de Ana, es que es brutalmente cercana. No sé como lo hace pero coge al lector y lo mete debajo de su piel. Bueno por lo menos eso es lo que ha hecho conmigo.

Un beso, Miriam G.

Miriam G. dijo...

¡Y lo guapa que está en la foto!

Un beso, Miriam G.

Enrique Ortiz dijo...

Gracias, Miriam. ¿Sabes que iba a poner la tuya leyendo el libro y que en el último momento pensé que te ibas a mosquear y no tenía tiempo para pedirte permiso? Bueno, a lo que vamos. Es importante esa cercanía de la que hablas. Como decía el otro día, Angel González pensaba que no hay poema si no existe comunicación, si el poema no llega al que lo lee y lo emociona. Eso es imprescindible. Por muy bueno que sea un poema, si no llega, es fallido. Ana, entre otras, tiene esa virtud y la hace valer genialmente en este libro. Un beso, Miriam (todavía estoy a tiempo de poner tu fotico)

Ana Pérez Cañamares dijo...

Es que a lectores como vosotros da gusto acogerlos, coño...
Gracias, Enrique, por esta última entrada de la serie. Me alegra especialmente que hayas reparado en la cita de Moshe Benarroch. Es tan importante, tan central para mí, que en un momento el libro se iba a haber llamado "El viaje más largo". Es un verso del que echo mano muy a menudo (está, además, en el salvapantallas de mi ordenador de casa. En el del curro tengo un verso de Sharon Olds: "amar hasta lo que no se posee", que también tiene tela).
En fin: que gracias una vez más y las que haga falta. Y un abrazo extrafuerte,
Ana

Enrique Ortiz dijo...

Cómo me ha gustado ese abrazo extrafuerte, Ana :)). Gracias por tu respuesta. Estoy encantado con los comentarios que han ido apareciendo aquí, en los que la gente está encantada con tus poemas. Eso es importante, Ana, porque significa que los poemas funcionan. En cuanto a la cita, tenía escrita una entrada mucho más larga hablando de cómo una cita puede joderse un libro entero (no exagero, es así) y cómo puede dar sentido, aglutinar, poner luz. Después de darle muchas vueltas a tu libro, y en la lectura que hice para preparar estos posts, me di cuenta de esa cita, de lo que significaba (o yo creía que podía significar). Volví a leer el libro desde esa luz y le encontré ese sentido del que hablo, de un viaje de ti hacia ti. Como dije, es un viaje hermoso, pero terrible. Creo que en tu libro esa trayectoria, ese viaje, ha quedado magníficamente perfilado, Ana. Otro abrazo extrafuerte para ti :)

Miriam G. dijo...

¿y para mí? ¿Para mí no hay abrazo extrafuete? Pues vaya...

Yo no me mosqueo nunca Enrique, bueno sí, pero no por cosas así. Si llegas a poner mí foto me das una alegría ja, ja, ja...

Un beso, Miriam G.

Ana Pérez Cañamares dijo...

El abrazo es comunal, faltaba más!!! Tipo sándwich (me pido en medio; bueno, venga, vamos turnando...).
Miriam, que sabes que siempre te tengo muy presente...

Anónimo dijo...

Muy buen comentario Quique (te sale de dentro eh!;-)
Ana quiero dejarte aquí mi enhorabuena y espero que ese viaje, aunque costoso y largo, sea fructífero para ti y el resultado lo sea también para nosotros.
Un besazo

Anónimo dijo...

En su día, me encantó el poema/haiku que comentas, de hecho se lo enseñe a mi hija (víctima de la ortodoncia en estos momentos), y me satisface pensar que lo entendió.
Me gustaron mucho también los otros versos, a pesar del pesar de la "contradicción" entre el título del poema y la titularidad del hijo... La realidad cogida por las pelotas (¿se puede decir pelotas aquí a estas horas?), como hace Ana siempre.
Me he quedado pensando el los blogs/libros...me ha venido al momento el caso de Ella y la orgía perpetua (blog y libro casi con el mismo nombre, no sé si los conoces). http://laorgiaperpetua.com/

Anónimo dijo...

Me gusta esta poeta desde su obra hasta su nombre y su rostro. Pero temo decirte que el poemita "Ortodoncia", lo mires por donde lo mires no es un haiku.

Enrique Ortiz dijo...

Jejeje, comunal. No puedo leer esta palabra sin pensar en Amanece que no es poco, cuando los chicos del pueblo querían que la nueva novia del alcalde (Fedra Lorente) fuera "comunal y turgente". Qué risa. En cuanto a las dos, Miriam y Ana, menudo par de bichos... Abrazos comunales, presencias, risas. Genial, genial. Un beso a cada una, nada de comunales :))

Gracias, Olvido, menos mal que has traido un poco de cordura, que ésas me querían espachurrar :). Los comentarios son cuestión de tener un rato (hoy estoy algo más desahogado) y, claro, que salga de dentro, como dices. Otro besazo para ti, Olvido :)

Enrique Ortiz dijo...

Gracias, Marsu. Cómo me ha gustado esa imagen tuya enseñando el poema a tu hija, una delicia. Me parece, además, una forma perfecta para que los niños vayan aprendiendo algo de poesía, de que es cercana, de que no habla de rollos y que puede hablar como ellos, pensar como ellos, sentir como ellos. Eso me gusta. Sí, conozco el blog (no el libro). Tengo anotado en pendiente profundizar en el blog (creo que tuvo otro anterior) y, claro, comprar y leer el libro. A ver si este finde... Es importante lo de los libros y los blogs y creo que es un buen camino, perfecto, para poder dar algo de naturalidad a la crítica y, claro, decir pelotas, porque es justo lo que hace Ana con su poema. Un beso, Marsu y gracias por tu comentario (Menos mal que hoy no te has unido a las malas :)

Enrique Ortiz dijo...

Gracias, Volando. No te pierdas el libro, estoy seguro de que te va a gustar. En cuanto a lo de haiku está claro que no lo decía académicamente. Está claro que no tiene tres versos, ni diecisiete sílabas, pero es un Haiku (y tampoco hay esa palabra que se refiere a la estación del año) y lo digo por lo siguiente: el haiku nace de una especie de relámpago sobre el agua, de una iluminación repentina (no es que lo sea, es que lo parece) que viene de la intuición. Ana, con sus cuatro versos de 8-4-9-5 sílabas (el libro es de verso libre), si bien no crea un haiku, sí establece el mismo mecanismo a la hora de decir: la imagen viene de esa iluminación repentina, de esa certeza que es anterior al conocimiento. Quiero decir que el poema ha quedado fijado libremente, de una asociación que sólo tiene sentido en él, como en el haiku la naturaleza, lo cotidiano, ilumina, de repente, una verdad honda. No me he explicado, lo sé, jeje, pero la forma de composición es igual. Un abrazo fuerte, primo, y a ver si se entiende el rollo :))

el loco oficial dijo...

Con tu permiso Enrique, felicito a Ana desde aquí, pues me han gustado mucho sus poemas. Son directos, llanos, sin dejar por ello de ser pura poesía. Y con el permiso de Ana, la enlazaré en mi blog para poder seguirle la pista como merece. Un abrazo a ambos (Enrique y Ana, como los cantantes jaja).

Enrique Ortiz dijo...

Gracias, Loco. Verás cómo en el blog de Ana tienes la oportunidad de leer un montón de excelentes poetas apenas conocidos y, claro, los poemas de Ana. No había caido en lo que cuentas, así que entonaré bien alto: Cocoguagua, cocoguaguaaaa. Un abrazo :))

Miriam G. dijo...

Yo iba a cantar otra canción de Enrique y Ana, pero esta entrada está tan rebonita, comentarios incluídos, que no me he atrevido ja, ja, ja...

Un beso, Miriam G.

Enrique Ortiz dijo...

A mí la de Amigo Félix me volvía loco. También la del Trenecito (el tren se marcha yaaa, chunchun pon pon, haciendo ruidooooo). Un beso, Miriam :))

Miriam G. dijo...

Así rápido sólo he encontrado una remezcla... ¡Maldita la hora en la que se me ocurrío cantarsela a Candela! Ahora el padre nos riñe a las dos.

http://www.goear.com/listen.php?v=6fbeaa1

Un beso, Miriam G.

Anónimo dijo...

AL leer la entrada de hoy se me han puesto los pelillos de punta, sí, me he emocionado, me han encantado los poemas de Ana (quiero tener el libro ya!), pero conforme iba leyendo los comentarios, esa emoción se ha ido tornando en carcajada...pero que poco serios que sois!!! y confesaré que yo tenía un autógrafo de Enrique (no de Ortiz, claro)...dale con el hulahop, dale con el hulahop...un beso

Enrique Ortiz dijo...

Lástima que ahora no puedo oirla, Miriam, pero ya subiré alguna, ya... Eso sí, esta misma tarde me pongo con ella. Qué ilusión. Eso sí: entiendo al padre. Un beso, Miriam.

Cuti, no me acordaba del hulahop, no.Pero también me gustaba, aunque era algo obsesivo ese "dale con el hulahop, dale con el hulap". El libro te lo llevo enseguida, verá cómo te gusta. Un beso, Cuti.

Anónimo dijo...

Cuando a Sergi le dió por poner citas de otros blogs, yo le envié una tuya y otra de Ana, y me contestó esto:

"De Enrique y Ana (juraremos ante notario, la Osa Mayor, y el amigo Félix, que no lo hemos hecho a propósito), tengo un par de cosas...".

Para que veas, vuestra existencia como pareja artística viene de tiempo atrás.

Aura dijo...

Ese largo viaje es el que nos obsesiona a todos. Admiro a las personas que escriben con tanta pasión (evidente)
Un post muy bello, incluso los comentarios :)

Anónimo dijo...

Cuánta calidad en la poesía, en la cita y en tus comentarios a ambos. Qué agradable sentir el alma de los demás a través de las palabras. Y qué agradable también reírse con los comentarios de los demás a todo lo anterior (ni me acordaba del hula-hop, Cuti, ya me contarás lo de pedirle un autógrafo a Enrique del Pozo, eso tiene miga). Un beso. M.

Anónimo dijo...

Enrique, Ana, Miriam, yo quiero estar en el sandwich, que sea uno de esos de tres pisos por favor. Miriam, muy gracioso lo de enrique y ana (¡muy gracioso!) Ana es estupendo verte comentar deshinibidamente, con este respeto que nos produces con estos poemones... abrazos para ellos, besos para ellas. Am

Enrique Ortiz dijo...

Aura, muchas gracias. Tú también escribes con mucha pasión, tus textos son una gozada. Un beso :)

M, gracias. Me gusta cuando un post serio -como un poema- deriva en risotadas. Me gusta que aquí la gente se divierta. La Cuti todavía tiene que darte muchas sorpresas. Tuvo una niñez y primera adolescencia muy extraña. Un beso.

Gracias, Andrés. Vamos a terminar haciendo un sandwich multitudinario, lo cual me parece genial. Lo de Enrique y Ana también me gusta. A ver si tengo una segunda edad repleta de éxitos musicales :) Un abrazo, Andrés.

Er tito dijo...

Soberbia! "Esplendente" como diría la maestra de los pedestales... Ayer, con la poesía y magia de Ana, se creó un momento hermoso de emoción colectiva... sus poemas te llegan y te traspasan, pero no para salir por la parte de atrás, sino para instalarse dentro de uno mismo, por se sienten cercanos, porque saben llegar al epicentro de tu ser, ese lugar donde el terremoto es felizmente incontrolable. Momentos como el ayer vivido en el recital me recuerdan que "ser sensible es un privilegio". Gracias, querida Ana, por recordárnoslo.

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