Antonio Gamoneda nació en Oviedo en 1931, pero es en León donde se ubica toda su vida y su obra. Aunque sus primeras obras datan de una edad muy temprana, ha sido un poeta al que se ha ido conociendo y reconociendo muy tardíamente, siendo el último en incorporarse a lo que se ha llamado como Generación del 50 (Claudio Rodríguez, Francisco Brines, Caballero Bonald, Valente, Angel González...).
Con un arranque anclado claramente en la poesía social, Gamoneda ha ido depurando su obra hasta ofrecer una poesía esencialista, muy próxima a José Angel Valente y a lo que se ha venido a llamar poesía del silencio -en contraposición a la poesía de la experiencia-. Se trata de una poesía de líneas maestras, de interiorización, ajena y/o que oculta la anécdota que puede dar lugar al poema. Es una poesía extrema, sin concesiones al lector, difícil pero muy sugerente.
Para mí hay varias cuestiones importantes a la hora de leer a Gamoneda.
Me parece importante su libro Blues Castellano, de 1961-1966, pero publicado mucho más tarde (creo que en 1982). Se trata de poesía social pero, ante todo, se trata, en unos cuantos poemas de adaptar al castellano los ritmos de los espirituales negros (ésto también lo ha intentado el poeta y flamencólogo Félix Grande). Este es uno de los resultados:
Blues de la escalera
Por la escalera sube una mujer
con un caldero lleno de penas.
Por la escalera sube la mujer
con el caldero lleno de penas.
Encontré a una mujer en la escalera
y ella bajó sus ojos ante mí.
Encontré la mujer con el caldero.
Ya nunca tendré paz en la escalera.
Es a partir del libro Descripción de la mentira (1975) y, sobre todo en Lápidas (1986), El libro del frío (1992) y Arden las pérdidas (2004) cuando Gamoneda va a llegar a la cúspide de su investigación poética, a través del versículo o verso muy largo como base esencial de su idioma poemático. Se trata de una poesía construida a través de imágenes muy poderosas, muy sugerentes, que requiere una lectura demorada, una degustación tranquila. Pongo algunos poemas del Libro del frío, en mi opinión, el más conseguido:
Esta casa estuvo dedicada a la labranza y a la muerte.
En su interior cunden las ortigas, pesan las flores sobre las maderas atormentadas por la lluvia.
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Entre el estiércol y el relámpago escucho el grito del pastor.
Aún hay luz sobre las alas del gavilán y yo desciendo a las hogueras húmedas.
He oído la campana de la nieve, he visto el hongo de la pureza, he creado el olvido.
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Ante las viñas abrasadas por el invierno, pienso en el miedo y en la luz (una sola sustancia dentro de mis ojos),
pienso en la lluvia y en las distancias atravesadas por la ira.
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Vigilaba la serenidad adherida a las sombras, los círculos donde se depositan flores abrasadas, la inclinación de los sarmientos.
Algunas tardes, su mano incomprensible nos conducía al lugar sin nombre, a la melancolía de las herramientas abandonadas.
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Para mí, Antonio Gamoneda (al que he leído con gusto, con verdadero placer, pero que no ha sido un poeta fundamental en mi desarrollo poético por cuestiones naturales de afinidades, gustos, momento en el que uno lee, etc) es, ante todo, el autor de uno de los poemas más radicales y rotundos de la poesía española, Malos recuerdos, incluido en el libro Blues castellano.
Es uno de esos poemas magistrales (en el sentido de maestría) que le enseñan a uno los límites de la poesía, las miles de formas de acercarse a un poema, la absoluta riqueza de la poesía y la grandeza de ésta. Conmovedor y exacto, pongo aquí el poema.
Malos recuerdos
“La vergüenza es un sentimiento revolucionario”
Karl Marx.
Llevo colgados de mi corazón
los ojos de una perra y, más abajo,
una carta de madre campesina.
Cuando yo tenía doce años,
algunos días, al anochecer,
llevábamos al sótano a una perra,
sucia y pequeña.
Con un cable le dábamos y luego
con las astillas y los hierros. (Era
así. Era así. Ella gemía
se arrastraba pidiendo, se orinaba,
y nosotros la colgábamos para pegar mejor).
Aquella perra iba con nosotros
a las praderas y los cuestos. Era
veloz y nos amaba.
Cuando yo tenía quince años,
un día, no sé cómo, llegó a mí
un sobre con la carta de un soldado.
Le escribía su madre. No recuerdo:
“¿Cuándo vienes? Tu hermana no me habla.
No te puedo mandar ningún dinero…”
Y, en el sobre, doblados, cinco sellos
y papel de fumar para su hijo.
“Tu madre que te quiere”. No recuerdo
el nombre de la madre del soldado.
Aquella carta no llegó a su destino:
yo robé al soldado su papel de fumar
y rompí las palabras que decían
el nombre de su madre.
Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuvieses el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado.
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9 comentarios:
otra cosa más para mi lista de "compras obligatorias" en cuanto llegue a España.
Qué sueño, qué mal llevo este lunes...
Edad, que es la poesía completa hasta 1986 está en Cátedra (los negros de toda la vida). Si quiere la poesía completa hasta hoy, Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores la tienen publicada. De todas formas, El libro de la nieve es, como he dicho, el mejor. Pero el de cátedra es bien barato y lleva un estudio del poeta Miguel Casado. Un saludo, Sra. Pussy.
el último poema, a pesar de su catolicismo, me ha impresionado bastante... empezando por la cita. Saludos
dr. funes, enhorabuena por tu tesis y me alegro que te haya gustado el poema. Un abrazo.
¡Jo! a mi también me ha impresionado, y no me ha gustado (la impresión).
Un beso, Miriam G.
¡Jo! A mí también me ha impresionado, y no me ha gustado (la impresión).
Un beso, Miriam G.
creo que sí, que es bastante impresionante y está muy conseguido, que es lo importante; la impresión, miriam, es horrorosa, claro. Un saludo :))
Con permiso, me quedo con esta estrofa del blues de la escalera:
"Encontré a una mujer en la escalera
y ella bajó sus ojos ante mí.
Encontré la mujer con el caldero.
Ya nunca tendré paz en la escalera"
Hice mi interpretación. No sé si coincide con la del autor, pero en cualquier caso, interiorizar es cosa de uno, y él, pretende que su obra nos "lleve a", cierto?
Un saludo.
Aylandara, a mí también me gusta mucho ese blues; el ritmo es perfecto, casi se podría cantar. Me gusta también tu interpretación del poema; nunca había pensado en eso. Un saludo.
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