lunes, septiembre 22, 2008

Al otro lado de las fiestas

¿En qué momento se da uno cuenta de que se hecho –definitivamente- mayor?

Voy pensando en eso mientras observo (camino del kiosco para comprar la prensa, paseando con Mus) a los chicos que vienen del ferial, mientras el cielo, este domingo de septiembre (cuando ya debe ser otoño), amenaza con una lluvia que caerá, seguro, y les dirá, irremediablemente, que la fiesta ya ha terminado.

Los miro y los oigo. Vienen borrachos, como dios manda, gritando, empujándose, pletóricos, casi inmortales, camino del encierro donde podrán continuar un rato más con esa euforia desmedida del que es joven y borracho y está en el centro de todo.

Los observo, sin envidia y sin rencor. Los años me han puesto al otro lado de las fiestas. Uno, que tuvo una juventud absolutamente etílica, está ya más lejos, en otra parte donde hay canas y uno se plantea su vida todos los días, donde se hace balance y se desea mejorar, ir más allá, apurar cada instante, sí, como si fuera el último: empieza por aquí un país de la últimas cosas -con permiso de Auster-.

Ellos son eternos y yo soy duración, sólo duración. Ellos son inmortales y yo más mortal que nunca; cuando las campanadas de los años se te van echando encima, se mira siempre hacia delante y lo que hay delante son, si todo va bien, más años, los últimos años si uno cuenta hacia atrás.

Y, sin embargo, no me cambiaría por ellos. Miro a Mus –que está ya asustado, antes de oír el primer cohete- y él también es eterno, absolutamente inmortal. No es consciente del tiempo y eso le lleva a ese ahora eterno al que aspiro y no termino de encontrar.

Los años te dejan a un lado de la fiesta. Anoche me hubiera gustado ir a ver a Pereza, un grupo que no me disgusta (sólo he oído un par de canciones). Me quedé en casa, y tras una cena deliciosa, vi una película absurda y rotundamente mala. Di un paseo con Mus, encendí la lámpara de la mesita de noche y me sumergí en una novela policíaca.

Ahora, mientras escribo estas torpes líneas, la tormenta ya se ha desatado fuera y he encendido el flexo de mi mesa de trabajo. Dentro de un rato, tendré que ponerme el primer jersey del otoño, uno gris de perlé que me encanta. Comeré temprano y echaré una siesta a la hora en que ellos se estarán levantando. Seguramente, me taparé. Antes, leeré un rato a Montaigne y pensaré por un instante en ese libro de poemas de Marzal, El último de la fiesta, que trazaba –de forma mágica- ese momento horrible en el que acaban las fiestas y se vuelve –de golpe- a una realidad no muy cómoda.

No sé si me he hecho mayor. Me miro y sigo siendo el mismo, no he cambiado mucho desde aquellos años en los que era yo el que volvía, con el día ya amanecido. Ahora, el alcohol espera a un encuentro con los amigos y la noche se ha convertido en una madrugada desde la que leo y escribo y pienso en todo lo que fue, en lo que es y en lo que vendrá.

El tiempo es un juego extraño repleto de casillas y ahora estoy en una que me gusta, un tertium genus, una tierra de nadie, a medio camino de todo y de nada, y, sí, claro, echo de menos aquellas casillas de la noche canalla y espero a esas casillas que vendrán, y espero ser digno de ellas, y estar a la altura.

Lo escribió Joan Margarit en un poema que dejé hace tiempo aquí:

(…) la vida representa
no sólo la victoria de los años
sobre nosotros. También nos enseña
lo gloriosa que fue
nuestra inicial victoria sobre el tiempo.


Hace un año y dos días: Las cosas que me digo: Reinventarse uno mismo

Hace un año y un día: Paraíso masculino + Nuevo disco de Calamaro: la lengua popular


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17 comentarios:

SuperWoman dijo...

Yo es que naci al otro lado de la fiesta ya... y no tengo la sensacion de haberme perdido gran cosa...
Un supersaludo

Anónimo dijo...

Para inagurar el lunes te dire que a mi me parece que estas estupendo.Me gustó mucho lo que escribiste,tambien me trajo recuerdos de cuando yo regresaba,por ese mismo camino seseante.Y lo que mas me gusta es como quieres a musito.Y ya sabes de oca en oca...

Anónimo dijo...

Que me ha gustado tu entrada de hoy, la voy a imprimir para dársela a madre, que eso de estar sin ordenador unos días la trae loca, pero también la imprimo para releerla y si es posible coger el libro de Marzal esta noche y volver a disfrutar de El Último de la Fiesta, una maravilla de libro. Un beso. Cuti

Anónimo dijo...

Magnífica reflexión, es un tema al que le doy vueltas a menudo. Fuimos eternos, fuimos dioses, bailamos con el mismísimo Baco. Sólo nos faltaba ser conscientes de ello, y eso ha llegado después, con la mortalidad y con la memoria. Me encantan estas entradas tuyas; también me desasosiegan un poco. Un beso. M.

Anónimo dijo...

Joder, tu entrada viene en el día perfecto.Hoy toca Oktoberfest (feria de la cerveza) con el trabajo, barra libre (codillo y jarras de litro hasta que el cuerpo aguante)y las secretarias vestidas de granjeras con escotes vertiginosos... Y que si, nada es lo mismo como hace un par de años, pero la cerveza sigue siendo la misma...
Me has motivado a base de bien! Me tomo un litrito a tu salud. Un abrazo

Manuel Márquez dijo...

Me encanta lo que has escrito, compa Enrique, y no sólo por lo bien escrito que está (que también, como siempre: eso ya no es ninguna sorpresa...), sino por cuánto me puedo sentir identificado, en buena medida, con el mensaje en positivo que transmites y nos trasladas. No es lo habitual en estas evocaciones crepusculares, y eso sí que le da un marchamo de rara avis. Y por eso me encanta.

Gracias por la inyección (de ánimo, de aliento) y un fuerte abrazo.

Miriam G. dijo...

La tensión por los suelos me hace sentir más vieja que las criaturitas que vuelven de marcha.

Buen texto.

Un beso, Miriam G.

Olvido dijo...

"Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".

Un beso

Unknown dijo...

<<...En una ciudad tan populosa y cosmopolita como Barcelona en cualquier lugar hay broncas, en cualquier momento se comenten asaltos o te topas con borrachos al volante. Y la noche es otro país con otro idioma, donde predomina la palabra gruesa, el gesto seco y donde campan a sus anchas los pirados que se dedican a incendiar coches y contenedores para divertirse. A esas horas el peligro y la violencia aumentan exponencialmente, sobre todo en el centro. Por algo Las Ramblas se encuentra en el ranking de las diez calles más peligrosas del mundo...>>
<<...Otra cosa era el resto de la Plaza y sus aledaños, donde se movía otro tipo de ambiente. Un batiburrillo de gente de la más baja extracción se daba cita también allí. Los bancos públicos y los suelos estaban ocupados por una variopinta hueste antisocial: gente sin patria ni techo, pedigüeños, camellos, borrachos, drogadictos, liendrosos, feos y los más guarros de Barcelona y otras ciudades europeas se congregaban cada noche entorno al sembrado de terrazas más caras de la Barcelona cosmopolita; una milicia que había renunciado al amansamiento impuesto por el sistema y había asumido el extremismo social como forma de vida...>>
Extractado de SIEMPRE QUISE BAILAR COMO EL NEGRO DE BONEY M.

Anónimo dijo...

Yo creo que nací tambien al otro lado de las fiestas pero algunas he tenido,pero se está bién ahora donde estoy y aquello es un recuerdo que a veces se cuenta a los hijos en plan batallita.Bonita entrada de lunes y de otoño.Por el sur, aunque llueva, tardaremos mas en sacar el saquito como decía mi padre,pero la luz es de otoño y la ciudad cambia de color.Un beso.C

Anónimo dijo...

Qué buena reflexión. Este año conseguí ir una noche a las fiestas de mi pueblo (reconozco que al ser junio, apetecía quizá más). He conseguido no sentirme tan mayor, gracias a tus palabras :)

Miguel Ángel Muñoz dijo...

Fantástico texto, Enrique. Me ha traído un montón de recuerdos. Abrazos.

Anónimo dijo...

Su texto me recordo los de Umbral en "Un Ser de Lejanias", uno de sus ultimos libros, y de los mas personales, en el que reflexionaba sobre todo sobre el tiempo.
Pero en una nota mas alegre, tambien me recordo este otro poema de Benedetti que seguro le gustara:

Síndrome

Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar una escalera de dos en dos
y correr cuarenta metros detrás del ómnibus
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes
no me fijaba en estos detalles.

Anónimo dijo...

Digas lo que digas, lo quieras o no, eres un poeta con flequillo de poeta y tufo y vaho de poeta, y los años se nos colocn encima así y también está bien porque lo que somos es gracias a esos años anteriores; un poco mas viejos y un poco más grandes, con mejor paladar y mejor vista aunque solo sea para los alimentos del cuerpo y los del espíritu.
Quique, otro abrazo.
Gerardo V.

Anónimo dijo...

jejeje, si el hacerse mayor se mide por la asistencia a las fiestas, me temo que hace muuucho tiempo que soy un carca. Abrazos, Am

Javier Puche dijo...

Lúcidas y conmovedoras palabras. Gracias por regalarnos un texto como este, Enrique.

Ana Pérez Cañamares dijo...

Esto... yo también me he emocionado... y eso que voy de un lado a otro, pero cada vez más me quedo del lado donde esté mi sofa y mis vídeos de los soprano. Y bien a gusto que se está, oyes, pero la nostalgia también ocupa su sitio.
Un beso, te leo aunque no tengo tiempo de hacértelo saber!!! Gracias por el cuento de DFW.

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